lunes, 8 de diciembre de 2014

Una mirada antropológica al artículo de Fernando Savater: “La ciudadanía democrática no es étnica”. (Retomando la puja universalismo vs particularismo)

Fernández, Sergio y García, Mónica[i]


En su artículo “La ciudadanía democrática no es étnica”[ii], el reconocido filósofo español Fernando Savater reflexiona acerca de lo que para nosotros, los antropólogos es una vieja discusión y que tiene que ver con la puja “universalismo” versus “particularismo”. Sin proponerlo en éstos términos, Savater ofrece un artículo que permite abordar la discusión relativista que ha sido parte del debate antropológico, pero lo hace desde un enfoque sobre el cual merece la pena puntualizar algunas cuestiones.


En primer lugar, su artículo comienza con la frase “las identidades culturales difieren de la condición política”. En tanto que asegura que las personas optamos y descartamos identificarnos o no en algún colectivo determinado, “en cuanto ciudadanos, somos ciudadanos del Estado”. El problema del relativismo y el universalismo nos ha servido para mostrar, por un lado, que existen diferentes y múltiples formas de interpretación y de vivir en el mundo. Formas de vida que obedecen también a múltiples factores sean éstos religiosos, consuetudinarios, culturales o identitarios, entre tantos otros posibles. Si nos apuramos a definir rápidamente a la identidad como un modo de reconocerse y ser reconocidos por otros, ésta es defendida históricamente por distintos grupos de personas que exigen su reconocimiento. En esa postura, se incluyen activistas, profesionales varios, funcionarios, antropólogos, etc. que reclaman el derecho de las personas a que las identidades sean justamente objeto de contemplación en los regímenes democráticos. Por otro lado, nos ha permitido comprender que el mundo y sus habitantes se relacionan de manera harto compleja como para poder definirla y sentenciarla en términos universales y totalizantes, por lo que se hace preciso conocer y atender demandas particulares. En este sentido, Savater resuelve el problema entendiendo que éstos particularismos no pueden separarse del demos:


“Dentro del demos de cada Estado democrático se da siempre una pluralidad más o menos amplia (…) de etnos diferentes y de mestizajes entre ellos. Pero el fundamento de la alianza política en democracia es el demos, es decir el fundamento legal compartido, y no ninguno de los etnos que se basan en condicionar la ciudadanía según requisitos prepolíticos genealógicos o tradicionalistas” (el resaltado es nuestro)


La afirmación de Savater puede expresar, por un lado, una salida al laberinto entre lo universal y lo particular en tanto que podría acercarse a una búsqueda igualadora que supere los enfoques estrictamente culturalistas que pueden ser una traba a la hora de construir ciudadanía.  En nombre del relativismo cultural, pueden aparecer ciertos peligros que, si bien el filósofo español, no menciona, corren el riesgo de no comprender las heterogeneidades presentes aún al interior de los diferentes grupos que habitan un Estado y, al mismo tiempo, dar espacio a justificaciones tan totalizantes como las que se pretende combatir. Este riesgo que, ha sido largamente problematizado por la antropología social en sus debates internos, sobrevuela también, la propuesta de Savater: referirse a un etnos que podría condicionar a la ciudadanía a “requisitos prepolíticos” implica reconocer una forma de política basada en la democracia occidental, su Estado y su ciudadanía como modelo universal al que se debería aspirar: “reclamar la vuelta al etnos como condicionante de la ciudadanía es un retroceso en el largo proceso de universalización democrática” (resaltado original).  Todo lo demás, cabe dentro de marcos “pre” políticos. Previos a la idea de civilización. Algo sobre lo que un Estado no puede volver sino quiere involucionar. No obstante, la lectura de Savater no deja de ser interesante para volver sobre esa vieja discusión que protagonizamos los antropólogos y que, en este caso, la filosofía de Savater, nos ayuda a retomar.


La construcción política de un Estado es un fenómeno por demás complejo. La existencia del propio Estado-Nación ya es una cuestión problemática en su análisis. Y, si queremos avanzar un poco más, podemos agregar que hacer antropología es meterse dentro de esas complejidades, atendiéndolas y asumir, luego, distintos posicionamientos. Discutir acerca de lo universal y lo particular es asumir una posición política. Una posición que asume Savater al proponer un modelo universal de democracia constitucional que nos iguale en derechos. Sin embargo, existen otras miradas acerca de la igualdad y acerca de los derechos: dos términos emparentados pero, como en toda familia, se trata de parientes que discuten.


El artículo de Savater aborda una temática nunca resuelta y sumamente necesaria. En ese sentido, apuesta por una idea de igualdad representada en los valores la democracia occidental. Su propuesta no es menor y contribuye a superar algunos postulados relativistas que muchas veces, en nombre del respeto a la diversidad cultural, contribuyen a reforzar estigmatizaciones y calificaciones que dan sustento a las voces más reaccionarias que se apropian de tales confusiones teóricas y políticas a las que la antropología supo contribuir. Es por ello que la propuesta por una democracia que nos iguale en derechos, pareciera caminar hacia una solución a la encrucijada que plantea la tensión entre lo particular y lo universal. En términos de Savater “el derecho a la diferencia se basa precisamente en que no haya diferencia de derechos”.


No obstante, ese derecho a la diferencia, el respeto por la diversidad o la tolerancia a las diferentes identidades que estaría garantizado por una avanzada democracia constitucional contribuyen a afianzar los valores del multiculturalismo donde prima la idea de "tolerar" al otro. Por otra parte, reconoce al otro como tal: como “otro” con una identidad diferente, cerrada y homogénea. Desconoce, por lo tanto, cualquier conexión intercultural. Fidel Tubino (2002) se refiere al multiculturalismo como una forma de tolerancia en la cual se expresa una noción de ciudadanía en la que se busca la implementación de políticas públicas tendientes a una relación de equidad entre diferentes grupos sociales a quienes deben concedérseles los mismos derechos. Por su parte, Ezequiel Fernández Bravo (2013) se refiere a un “paradigma multicultural” que pone el acento en la existencia de grupos subalternos que necesitan ser protegidos, dada su condición de subalternidad.


En los años ’90 en Argentina, en plena etapa neoliberal, paradójicamente, comenzó a instalarse en la agenda pública la problemática étnica. Tal es así que en su reforma del año 1994, la Constitución Nacional reconoce la preexistencia étnica de los pueblos indígenas así como su derecho a la posesión de tierras, el respeto a la diversidad étnica y el derecho a la convivencia frente a cualquier forma de discriminación. En ese contexto, puede decirse que, al menos en su faceta declarativa, el sistema democrático contempla el derecho identitario como Derecho Humano. Universal y no particular, sostenido en la Constitución Nacional. En este contexto, la propuesta de Savater encuentra su correlato en la Argentina. Vale decir que en los años ’90, primaba en la agenda de los gobiernos internacionales y, especialmente latinoamericanos -donde la lucha indígena ha sido vanguardia y ha cobrado especial visibilidad al cumplirse los 500 años de la invasión europea al continente- una política de corte multicultural donde la cuestión de la diversidad y la diferencia era un tema que ocupaba a los propios organismos internacionales. La democracia multicultural plantea lo que podemos resumir en la consigna “respeto a la diferencia” que necesita siempre de un asistente y un asistido. La igualdad de derechos ante la Ley garantiza el desarrollo del sistema democrático o, en términos de Savater, “priorizar factores étnicos nos retrotraería al derecho tribal”.


A la luz de estas expresiones, podemos retomar la idea de las ya superadas propuestas de los albores de la antropología que creían en la existencia de culturas estáticas y diferentes ocupando distintos estadios en el proceso evolutivo. El evolucionismo cultural ha sido superado en una disciplina como la antropología, que ha protagonizado profundos debates al interior del propio campo en los cuales la cuestión en torno al concepto cultura, ha sido fundamental. Esta visión que Savater expone advirtiendo el riesgo o el problema de un retroceso al “derecho tribal” combina, al menos, dos cuestiones íntimamente ligadas: por un lado la idea de retrotraer a una suerte de estadio anterior, pre-político, diría Savater. Por otro lado, y como consecuencia, el derecho tribal como resultante de  esa involución. Nada muy lejos de la ideología que construyó a los estados nacionales de América, donde lo blanco y europeo representaba el progreso, el modelo a construir frente al atraso indígena.


A modo de síntesis final, podemos decir que la idea de una ciudadanía democrática que no es étnica y la creencia de que la democracia occidental, léase la racionalidad europea, garantiza “una pluralidad más o menos amplia”, supone una visión enraizada en el propio concepto de Estado moderno como solución a los relativismos culturales. No obstante, su preocupación por una sociedad plural, democrática y con iguales derechos, poco dice si no se la problematiza en términos más complejos y profundos. Porque una política multicultural entiende a la democracia de la misma manera en que se presenta el mensaje de Savater: mostrando que siempre hay un otro, grupos a los que se los llama minorías que presentan identidades culturales casi estáticas que se diferencian de la condición política. Como respuesta al multiculturalismo y sus preocupaciones por asistir a esos grupos diferentes, exóticos que ante todo son subalternos, la corriente intercultural pretende considerar el conflicto. Esto es, admitir las luchas y tensiones que se dan dentro de los estados entre grupos que ante todo son personas que coexisten. Es decir, personas que se identifican y son identificados como cualquiera de nosotros. Hay una línea muy delgada entre “nosotros” y los “otros” que no puede ser establecida tan tajantemente como la plantea Savater. La presencia de inmigrantes en un país no implica una cerrazón homogénea que le atribuye una identidad compartida. En todo caso, la pertenencia a un grupo, cualquiera sea, lejos de diferenciarse de la condición política, muchas veces  representa un reclamo o acción política que interpela al Estado moderno. Y, en ese sentido, la propuesta del interculturalismo difiere de la noción de tolerancia o “aceptación de lo diferente”. En todo caso, busca asumir y reconocer las luchas como parte de un conflicto que no puede soslayarse. A modo de ejemplo Savater dice que las personas “van adoptando o desechando formas de ser (…) somos vascos, catalanes, bisexuales, filatélicos sin fronteras”, pero todo eso estaría supeditado a nuestra condición de ciudadanos. La visión de Savater expresa una visión racional del mundo, al mejor estilo positivista. Olvida, como es común en estos tiempos, la condición de clase de las personas, por ejemplo. Savater desconoce que los conflictos identitarios no necesaria o exclusivamente tienen que ver con lo que él llama “identidad cultural”. En todo caso, lo que le falta a su artículo es esa visión antropológica de desnaturalización de lo obvio. De distanciamiento con el sentido común que explica el mundo desde los valores racionales de la democracia occidental.  Ciudadanía, Estado de Derecho, Democracia. Identidad, cultura, pre-políticos, derecho tribal vs democracia civilizada y blanca.


El problema de éste artículo no es de Savater. El ha hecho pública su visión acerca de la cuestión sobre la independencia de Cataluña y no es nuestra intención entrometernos en ese tema ni en su posición al respecto. El problema es que los analistas políticos que se legitiman en los medios de comunicación contienen toda una serie de conceptos modernos que no alcanzan para explicar la convivencia al interior de los estados o de los pueblos y mucho menos las relaciones interpersonales. Lejos de clarificar, en el análisis político hegemónico, se acentúa la reproducción de expresiones generales y de sentido común donde el mejor ejemplo es el uso indiscriminado de la palabra cultura. Ningún antropólogo que se considere serio será capaz de atreverse a opinar de medicina, más que poder acercar algunos aportes vinculados a la cuestión social, tradiciones, etc. Mucho menos acerca de los avances en el tratamiento de enfermedades o vacunas. No sucede lo mismo con los términos cultura, etnia, diversidad, etc. Se necesita complejizar el debate y no dar respuestas acabadas. Es por eso que necesitamos incorporar preguntas antropológicas, experiencias de campo o etnografías que ayuden a restarle modernidad a los conceptos y que comprendan que no hay ciudadanía, ni Estado ni política sin conflicto. Sea étnico, cultural identitario, etc. Porque la concepción de la tan añorada democracia moderna no es ajena a la propia composición del sistema capitalista y desatender sus complejidades y su naturaleza desigual, es negar que la problemática de la identidad étnica o cultural que preocupa a algunos analistas es, ante todo la problemática por la desigualdad, la subalternidad y la marginación de las personas, dada por un sistema de jerarquías sociales.




Referencias bibliográficas


Fernández Bravo, Nicolás (2013) “¿Qué hacemos con los afrodescendientes? Aportes para una crítica de las políticas de la identidad”. En Cartografías afrolatinoamericanas. Bs As, Biblos


Tubino Arias-Schreiber, Fidel. Interculturalizando el multiculturalismo. Lima: PUC del Perú, 2002






[i] Lic. Antropología Social y Cultural, Universidad Nacional de San Martín. Argentina
[ii] Este artículo aparece publicado en la versión impresa del diario Clarín. Argentina, domingo 30 de noviembre de 2014, pág 44.

sábado, 19 de abril de 2014

Mónica García. Reseña de: Puertas Romo, Maira (2010) Del color de la piel al racismo. Prácticas y representaciones sobre las personas en el contexto escolar bogotano. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. http://www.bdigital.unal.edu.co/8518/

Mónica García

http://www.ekilikua.com/img/laminas/lamcimarrweb.jpg
Nacida en España, formada como pedagoga, Maira Puertas Romo, ha cosechado una nutrida experiencia en el ámbito escolar. Su interés por las formas reproducción de las diferencias socioculturales, la ha llevado a participar activamente de movimientos sociales y relacionarse con personas inmigrantes en su país natal. Durante la década de 1990, con el auge de la inmigración latinoamericana en España, participó de distintas actividades políticas y encuentros dedicados a problemáticas de diversidad cultural y “multiculturalismo” que empezaban a  formar parte de discursos y agendas oficiales internacionales. Vinculada a una Organización No Gubernamental dedicada al problema de desplazados políticos, llegó a Colombia donde se estableció y comenzó su maestría en Antropología Social y cuya tesis ha dado origen al trabajo analizado aquí.
Desde un comienzo se traza el objetivo peguntarse por las prácticas y representaciones mediante las cuales se expresa el racismo. Especialmente le interesa estudiar la reproducción del mismo en el espacio escolar y las distintas formas que éste adopta tanto en estudiantes como docentes. El desarrollo de su investigación tiene lugar en dos instituciones educativas que le permiten abrir un amplio abanico de edades que incluyen la niñez y la adolescencia y que intervienen en el ámbito escolar.

Nueva Sección: AGENDA Una Antropología de la Praxis

En esta sección estaremos compartiendo información sobre actividades, conferencias, cursos, congresos, presentaciones, etc. La idea es reuni...