lunes, 16 de mayo de 2011

Pensar lo económico en lo gratuito. Una mirada sobre la escuela y la Universidad pública.

                                                                                                                                      Sergio Fernández


Referirse a lo económico en lo gratuito pareciera plantear, a priori, un contrasentido. Sin embargo atendiendo algunas cuestiones que tienen que ver con la educación pública permiten aproximarse a pensar cómo lo económico se introduce aún en ese ámbito. La educación pública entendida como fenómeno que ha sido defendido históricamente por diversos actores del campo docente y estudiantil así como también por la presencia de agrupaciones políticas y sindicales. Asumir la defensa por la educación pública es asumir una postura de compromiso contra los intentos privatizadores directos o contra formas más solapadas expresadas en sistemas de arancelamiento, por ejemplo. Pero, al mismo tiempo es asumir una postura que piensa la gratuidad como condición elemental para definir a la educación. Si bien es posible que emparentar las palabras gratuita y pública para hacer referencia a la educación, puede conducir a un laberinto confuso donde una palabra no es sinónimo de la otra, también es cierto que en diferentes formas, la idea de educación pública aparece diferenciada de la educación privada en tanto que la primera supone el acceso irrestricto a toda la población mientras que la segunda está asociada a la idea de pagar para estudiar. He ahí donde radica la diferencia y el motivo por el cual en este trabajo aparecerá la noción de gratuidad para referirse a la educación no arancelada o pública.
El presente trabajo buscará dar cuenta de cómo es posible acercarse a pensar lo económico en el campo de la educación pública escolar y universitaria atendiendo a factores monetarios asociados a la circulación de dinero pero también a elementos político-administrativos vinvulados al plano simbólico. La propuesta es demostrar que entidades que, de antemano, parecen estar divorciadas entre sí, pueden formar parte de un análisis holístico que permitan ver lo económico como elemento integrado en esa totalidad.

¿Qué dimensiones se ponen en juego cuando se habla de la educación pública?. ¿Qué elementos son plausibles de ser analizados para referirse a lo económico?. ¿Cómo referirse a lo económico dentro de la totalidad a la que se hizo mención?. ¿Es posible trabajar las fronteras de lo económico sin tomarlo como una entidad autónoma?.

Como primera medida, es preciso dedicar una mención a los actores de la educación pública, la participación de directivos, docentes, estudiantes, trabajadores administrativos y personal no docente en general interviniendo en una institución educativa remiten a personas que cumplen determinadas funciones pero refieren a personas que, lejos de constituirse como individuos del cuerpo institucional, se constituyen como individuos que viven, se reproducen y producen su existencia en el conjunto de una vida social en la que interactúan mas allá de sus funciones en el ámbito educativo. Dicho esto, es posible ver que la educación pública en tanto forma parte de una ocupación estatal, permite sumar funcionarios y otros actores que particpan de la toma de decisiones y de la organización del sistema educativo. Organización en la que no sólo interviene la relación directa de las instituciones con las esferas gubernamentales y ministeriales sino que también intervienen actores que se desempeñan fuera del campo de la educación pero cuyas relaciones sociales se producen en el marco de un Estado que organiza el cuerpo social y, dentro de este, la educación. En suma, la educación pública en relación directa con el Estado y con la totalidad de la reproducción social, contiene en su seno dimensiones que tienen que ver con los conflictos que hacen a la reproducción de la vida social: de clase, de género, étnicos, etc. y, con ellos, el factor económico en el centro del campo.

La referencia a lo económico, podría pensarse rápidamente en términos de las partidas presupuestarias que un Gobierno puede decidir serán necesarias para el sostenimiento de la educación pública. Del mismo modo que en la mayor o menor visibilización que adquieren reclamos referidos a aumentos de presupuesto, pago de salarios o luchas de trabajadores en pos de ser encuadrados bajo un régimen de efectivización en contra de formas de contratación precarias que incluyen tener que facturar a una institución vía monotributo o el trabajo ad honorem, por citar algunos ejemplos. En este sentido, como dice Viviana Zelizer, el pago se transforma en determinante para ciertas formas de lazos sociales:



“por ejemplo dentro de un departamento universitario (…)distintas formas de pago marcan las relaciones de la jefatura del departamento con secretarias, personal de mantenimiento, estudiantes, asistentes y colegas. La creación de pagos comprende la interacción, la adaptación y la negociación (…) implica un tipo de relación entre empleador y trabajador” (Zelizer, 2008: 51)



Sin embargo el fenómeno social de la economía asociado a la educación puede ser abordado atendiendo algunas de las complejidades que presenta la materia: se hizo mención más arriba a la idea de analizar y considerar a los fenómenos económicos como parte de la vida social y no como algo aislado. Es decir, los conflictos, las pasiones y el quehacer diario presentan en su seno una matriz económica. Pero para aclarar un poco mas la cuestión, conviene analizar a la educación como una de las patas fundamentales para la conformación de los Estados-Nación. La idea de República, tal como la entendemos hoy, no puede ser concebida sin pensar la educación como herramienta de construcción de ciudadanía y, por lo tanto se transforma en una de las instituciones modernas por excelencia. El sociólogo Zygmunt Bauman ha profundizado y analizado la idea de cultura en la modernidad y ha sostenido que en este período (la cultura) se ha transformado en un producto que debe transmitirse, para esto apela a la metáfora del jardinero: el intelectual, el educador como encargado de cultivar (Bauman, 1977). La idea del jardín que representa la modernidad frente a la cultura silvestre expresada por la pre-modernidad. En ese teatro actúan los intelectuales, como dueños del saber, los docentes como encargados de desterrar la naturaleza salvaje. Ese saber es también una propiedad, es un elemento que se adquiere, la cultura pasa a ser un objeto que debe transmitirse y todo esto, dado en medio de un contexto de auge del modo de producción capitalista.

Como lugar clave en la modernidad, le educación pública se constituye en el lugar que el Estado concibe como formador de ciudadanía, como elemento civilizador, siguiendo las ideas sarmientinas. Es así que la Escuela y, fundamentalmente, la Universidad Pública se transforman en emblemas del conocimiento. Ese conocimiento que, en el modo de producción capitalista, concede la autoridad para tematizar y hablar con propiedad y acercarse a la verdad de las cosas.

El conocimiento científico será el que permitirá la búsqueda de la objetividad frente al pensamiento metafísico, considerado en el período moderno, como puramente especulativo. La razón como postulado válido para definir y construir al individuo moderno y la educación pública como espacio paradojal que lo destruye y, a su vez lo desarrolla como ser económico. A modo de ejemplo puede recurrirse al lugar cotidiano que se vive en una Universidad Pública: un estudiante avanzado de Ciencias Sociales ya ha aprendido que el individuo como tal es una construcción moderna, por lo que es falso pensarlo en los términos que lo definen en forma aislada y divorciado de la comunidad; no obstante, es la misma comunidad universitaria la que, paradojalmente, reproduce prácticas individualistas que conducen a seguir pensándose (aún sin serlo) como tal: es así que la competencia individual por la búsqueda de subsidios o el acceso beneficios institucionales, como pasantías, consiste en demostrar cuán mejor estudiante se es en comparación con otros; esa demostración, a su vez, quedará reflejada en el promedio de calificaciones obtenidas. A mejor nota, mejor estudiante, por tanto mayor beneficio, es decir mayores posibilidades de rentabilidad económica.

Del mismo modo, la institución universitaria necesita y debe invertir su dinero en alumnos[1] que merezcan la pena, nada de estudiantes excedidos de edad sino jóvenes promesas. En otras palabras, se trata de no malgastar el dinero. He ahí el principio burgués de la economía descripto por Bataille (1987) cuando se refiere al principio de utilidad de la economía clásica a partir de su concepción utilitarista del cálculo y la racionalidad. En este contexto Bataille se enfrenta al postulado de la economía capitalista retomando una defensa del gasto improductivo:



“semejante evolución de la riqueza (…) conduce a una vergüenza de sí mismo y, al mismo tiempo, a una mezquina hipocresía. Todo lo que era generoso, orgiástico y desmesurado, ha desaparecido (…). Los representantes de la burguesía muestran un comportamiento pudoroso, la exhibición de riquezas se hace ahora en privado, conforme a unas convenciones enojosas y deprimentes.” (Bataille, 1987: 36)



La producción de conocimiento está asociada a una forma de conocimiento donde los valores occidentales aparecen como emblemas del saber. Se trata, por otra parte, de un saber que ha sido construido y legitimado a partir de la negación a otros saberes. Veamos si un ejemplo puede ilustrar el panorama: en Argentina, salvo en excepciones de algunas localidades pero sin llegar a ocupar un espacio de visibilización demasiado destacado- el saber de las comunidades originarias y campesinas no suele gozar de la misma aceptación que los trabajos académicos. Muchas de estas comunidades se organizan, por ejemplo, intentando hacer conocer sus propuestas para enfrentar el cambio climático a partir de la agricultura familiar sustentable, llevando además a considerar la relación de algunas culturas con la “madre tierra”, donde entran en juego concepciones materiales y espirituales, de creencias ancestrales pero también de conocimientos que no se condicen con el dictado de la razón.

De igual manera, la Universidad pública funciona en base a postulados racionales según los cuales supone que cada estudiante que ingresa debe estar lo suficientemente preparado para comprender la complejidad de textos académicos. La idea es crear seres útiles que puedan amoldarse rápidamente al modelo impuesto por la academia en una suerte de supervivencia de los más aptos. En caso de presentar dificultades con el entendimiento, se quedará atrás, muy atrás en los requisitos de la carrera, en toda la dimensión del término.

La educación pública en tanto Escuela y Universidad presentadas como nacionales colocan el acento en una concepción de la argentinidad que no necesariamente tiene que ver con las mismas consideraciones que realizan comunidades que forman parte del territorio nacional pero que no se piensan así mismas como argentinas. Así la construcción de la identidad nacional vía la Bandera Nacional supone cierta igualación ante un símbolo mediante el cual se invisibilizan las diferencias. El antropólogo Raúl Díaz (2009) reflexiona a partir de la representación de lo común que supone la bandera en los actos escolares:



“la bandera representa la Nación, la Nación representa a una comunidad con historias y vivencias en común o compartidas. Pero: ¿qué es lo común que la bandera representa? (…) Es algo común que no dice nada, si no se lo remite a procesos y sujetos concretos, a problemáticas de exclusión material y simbólica, que a la vez que afirma, borra diferencias de clase, género, edad, sexualidad, etcétera”. (Díaz, 2009:39).



Los actos escolares son apenas una muestra de cómo la bandera puede ser objeto de adoración. La escuela pública como transmisora de conocimientos es también la base de la transmisión de valores nacionales propios de la construcción del Estado-Nación instaurando la idea de que los ciudadanos deben estar dispuestos a vivir, pelear, morir y hasta matar por esos valores. Nociones tales como Patria o Nación son construidas a partir de ceremonias transformadas en rituales religiosos donde la misma idea de individuo presente en la escuela moderna, sucumbe ante una sociedad unificada en la adoración a la Patria o a la bandera. Es interesante ver aquí cómo vuelve a pensarse la paradoja de la modernidad donde la misma idea de ruptura con las sociedades tradicionales parece trasformarse en continuidad. Tal la explicación de Emilie Durkheim para referirse a esa paradoja:



“esta capacidad de la sociedad para erigirse en un Dios o para crear dioses no fue en ningún momento mas perceptible que durante los primeros años de la Revolución Francesa (…) las cosas puramente laicas fueron transformadas en sagradas: así la Patria, la Libertad, la Razón (…) la sociedad y sus ideas se convertían (...) en objeto de verdadero culto”. (Durkheim, 1992: 201).



Finalmente, existe otro punto desde el cual pensar lo económico en la educación pública: desde la orientación vocacional. Siendo joven, acercándose el fin de la etapa escolar, el adolescente que quiere continuar su futuro en el ámbito universitario pero presenta dudas sobre la carrera a emprender, suele preguntarse por su futuro económico y la salida laboral que puede tener tal o cual profesión. Es así que proviniendo de él (o ella) o de presiones ejercidas por los adultos, muchas veces la elección de una carrera depende de la funcionalidad o utilidad que esta puede tener en materia económica.

Ahora bien, como conclusión puede decirse que en el contexto desde donde pensar lo económico en la educación gratuita, se pretendió ir más allá de la mera discusión acerca de la importante población que todavía queda excluida de instituciones educativas escolares en alguna medida y universitarias, en otra. No fue la intención tratar aquí (por ser un tema que merece un capítulo aparte) si la institución universitaria es naturalmente excluyente, en tanto la mayoría de la población no podrá nunca acceder a ella. La intención fue abordar cómo juegan factores económicos que van más allá del dinero elemento excluyente, se trata de entender el dinero, la circulación y nociones de “lo económico” asociados a construcciones referidas a procesos sociales y el contexto de una totalidad en donde la gratuidad o el no arancelamiento parecen estar separados de la consideraciones económicas.

No obstante lo dicho y, a modo de cierre, es necesario decir que pensar las fronteras de lo económico en la educación pública en general y en le universidad en particular, es también admitir y reconocer a la universidad como un espacio en el que, con todas las complejidades, es posible adquirir herramientas que ayuden a pensar lo económico en la vida social. Es en la Universidad donde, como en pocos lados, es posible recibir la formación adecuada que permita pensar a la economía más allá de las lógicas clásicas y racionalistas del homo económicus. Es allí donde existe la posibilidad de adquirir los conocimientos para abrir el debate y pensar propuestas que ayuden reinventar y discutir metodologías y a la elaboración de teorías. Es, en definitiva, un espacio lleno de complejidades que, con todo, permiten acercarnos a la reflexión a la comprensión y a la apertura mental necesaria para comprender la necesidad de la investigación social para llevar adelante cualquier acción transformadora de la realidad. Realidad que, en tanto social, permitirá pensar las fronteras de lo económico.

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Bibliografía:

BATAILLE, Georges, (1987) “La noción de gasto” en “La parte maldita”, Ed. Icaria, Barcelona,. págs. 25-43,

Bauman, Zygmunt: “Guardabosques convertidos en jardineros”, en Legisladores e Intérpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, Buenos Aires: UNQ, 1977.

Díaz, Raúl: “Los actos escolares. Entre la representación y la identidad” (38 – 40), en El monitor Nº 21, Junio 2009

Durkheim, Emilie, Las formas elementales de la vida religiosa. El sistema totémico en Australia, Madrid, Akal, 1992

ZELIZER, Viviana, Pagos y lazos sociales, Crítica en desarrollo, Nº2, Buenos Aires





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[1] Se utiliza el término alumno para reforzar la concepción moderna que confiere la etimología de la palabra que refiere a no-iluminado.

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