martes, 8 de enero de 2013

Inseguridad y violencia. La construcción del otro en la relación jóvenes-adultos. Una mirada sobre el barrio y la escuela. Parte I



Sergio Fernández
En la tierra del vino y la drogadicción y los hijos negados, policías mendigan al peor infractor y le besan la mano. Los mocosos se trepan y se van hacia el sol en bolsitas de nylon (..) y se van hacia al sol en bolsitas de llanto. (Los Piojos “Los mocosos”)

Introducción. Metodología y propuesta del trabajo

El presente trabajo surge a partir de algunas aproximaciones iniciales que se están llevando a cabo para un trabajo encargado recientemente por el Ministerio de Seguridad de la Nación con el objeto de conocer las percepciones de las personas a partir de la implementación del Operativo Cinturón Sur[1]. La metodología de trabajo diseñada para la ocasión era una encuesta con preguntas de tipo estructuradas y semi estructuradas de corte más cuantitativo y con algunas opciones para responder. No obstante ello, el trabajo exige el diálogo con los vecinos de distintos barrios del sur de la ciudad lo que permite a un investigador curioso, profundizar más allá de ciertas limitaciones que caracterizan a lo esquemático de un cuestionario. El acercamiento a las personas se produce luego de una breve presentación sin acuerdo previo y se trata de lograr un diálogo en el que surja de los entrevistados la información referida a cuestiones materiales y simbólicas respecto a la noción de inseguridad. El encuentro con las personas en su propio barrio permite con el correr de los minutos una rápida interacción en la que la gente comienza a decir más de lo que se pregunta y, como sucede muchas veces, brinda respuestas que exceden las opciones que le presenta una encuesta. Por tal razón, enseguida encontré la posibilidad de no ser tan estricto con la encuesta y entablar conversaciones que me permitan mayor naturalidad y abordar otras preguntas que puedan ser iluminadoras a los propósitos de un trabajo de investigación cualitativo interpretativo que comenzó a tomar forma.
Algunos de los lugares comunes en los que la gente se posicionaba en sus respuestas me ayudaron a tematizar y relacionar este trabajo incipiente con una investigación anterior referida a la violencia en las escuelas.
Mi propuesta es aportar algunos elementos iniciales que contribuyan a pensar las relaciones socio-espaciales en la Ciudad de Buenos Aires en puntos geográficos muy distantes (Sur-Noroeste). Entiendo que la unión de dos trabajos permite encontrar un punto de diálogo entre ambas observaciones referidas a la asociación inseguridad-violencia; al mismo tiempo es posible problematizar la relación entre delincuencia y juventud. Ambas relaciones presentan formas íntimamente vinculadas para analizar  alteridades, formas de inclusión/exclusión en las relaciones sociales producidas en el marco de la espacialidad urbana.

Significados referidos a la inseguridad y a la violencia
Preguntadas las personas sobre la importancia que le atribuyen a la inseguridad, la enorme mayoría considera que es el problema más importante de la vida en la ciudad. Entre las causas que explicarían este problema, las respuestas suelen coincidir en señalar a la desocupación y al consumo de drogas. Pero es interesante analizar algunos testimonios que la gente expresa a la hora de explayarse sobre el problema: “La inseguridad es cada vez peor…tenés a todos los pibes dados vuelta en una esquina  tirados, te cobran peaje…no podés pasar por ahí y si no les das no sabés como pueden reaccionar”
Este testimonio fue expresado por un vecino del barrio de Pompeya pero es también la expresión de otros vecinos, en otros barrios. La relación Inseguridad-violencia  está rápidamente asociada a jóvenes del barrio que se apropian de un espacio (una esquina) y que despiertan la sensación de inseguridad y de violencia. La resultante es una relación mayor entre una violencia que es producto del “estar dados vuelta” como consecuencia de la droga o el consumo de alcohol y los jóvenes.
Pero vamos ahora a otro testimonio que refiere a una problematiza social como el desempleo:
Los pibes ya no laburan, están vagueando todo el día (…) lo que pasa es que este Gobierno pone guita en subsidios y ahí tenés, lo gastan en falopa y alcohol. (..) Acá se perdió la cultura del trabajo, por qué no ponen guita para que los pibes hagan algo y no estén vagueando todo el día.


El problema del desempleo aparece asociado, como dijimos antes, a una de las causas de la inseguridad. Hemos visto como inseguridad-violencia-juventud forman parte de una tríada que se interrelaciona y produce significados sociales muy fuertes. La cuestión del trabajo se traduce para algunas personas en una demanda hacia el Estado, en una exigencia que adquiere esa magnitud a partir de la molestia que ocasionan quienes aparecen como vagos y mal entretenidos. Las expresiones que se escuchan a diario suelen ser, como dijimos previamente, lugares comunes que no se presentan por primera vez en este trabajo ni son la habilidad de un investigador astuto para capturarlas. Son expresiones naturalizadas en buena parte de la sociedad pero que intento reflejar su dirección hacia un destinatario común y hacer un ejercicio de interpretación al respecto. Veamos otro ejemplo: la aparición de Prefectura patrullando barrios como La Boca le ha devuelto cierta tranquilidad a los vecinos porque “ya no se ven tantos vagos” y se transforma en un elemento de confianza que, al revés, de la Policía Federal “no tranza con  delincuentes y drogadictos”.[2]
La inseguridad se convierte en un concepto menos abstracto y vago cuando se observa su vinculación con la violencia: “hoy tenés que dar gracias si te roban y no te lastiman”. Esa asociación entre los conceptos es la expresión de un conjunto de personas que representan un índice significativo de los habitantes de la ciudad. Al mismo tiempo es la mayor preocupación de los entrevistados, no sólo por ser un problema considerado muy grave sino por ser el más grave de los problemas.
Existen varias formas de rechazo al otro. Existen otros cualitativamente distintos. Hay discriminaciones por clase, otras basadas en argumentaciones étnicas, fenotípicas- raciales, etc. Löic Wacquant (2007) en un estudio comparativo de las formas de segregación en Estados Unidos y en Francia muestra las diferencias entre ambos países y cómo en el primero predominan ghettos cuyas características son más homogéneas y se expresa una segregación étnico-racial más fuerte que  en la periferia parisina donde conviven personas de diferente origen étnico-racial-nacional. Según este enfoque, entiende otras formas de segregación más presentes en Francia que refuerzan la idea de clase.
También en muchas declaraciones existen formas de rechazo de carácter generacional que se suelen encontrar en las frases que incluyen tiempos verbales: “antes esto no pasaba” o “ahora no se puede caminar por ningún lado porque está todo liberado”. La alusión a los tiempos, al espacio y a las formas de alteridad producidas en torno a la inclusión/exclusión de los otros,  se observa claramente en la escuela. La relación entre el universo adulto y joven en la escuela adopta la forma de una relación jerárquica dada generalmente por autoridades, docentes y personal no docente con algún tipo de autoridad (como preceptores) y estudiantes. Evans Pritchard (1977) introduce la dimensión del tiempo para acercarnos al problema del espacio los usos y las representaciones en la sociedad Nuer. Las diferentes formas de exclusión/inclusión surgidas de las relaciones de alteridad en la escuela urbana permiten ver la complejidad del problema y la producción de sentidos resultante de la interrelación de mundos que no son completamente autónomos y que nos ayudan a reflexionar la cuestión de la violencia y la inseguridad. La producción social del tiempo y la distancia en una escuela pública del barrio porteño de Devoto alude a expresiones asociadas la cuestión generacional. Dialogando con una docente sobre el problema de la violencia me dice:

la escuela ya no es lo que era antes. Ahora a los pibes no les importa nada (…) si vos te fijás y le preguntás (a los alumnos) de dónde vienen vas a ver que son de Fuerte Apache, Sáenz Peña, Caseros…tenés de Provincia y de Capital ¿cómo no va a haber violencia?

La asociación de la violencia vuelve a estar vinculada a los jóvenes. En esta ocasión, tratándose de una escuela muy cercana a la Av. General Paz, ya no sólo son los jóvenes sino también jóvenes de la Provincia. La frontera definida en este caso por la Av. Gral. Paz actúa como una demarcación, un límite constitutivo de un espacio que en términos de Simmel (1986) cobra vida y sentido en la acción recíproca de las personas. Esa frontera que divide Provincia y Capital agrega el condimento espacial a la cuestión. Tenemos hasta aquí los significados que buena parte del mundo social adulto hace de la violencia, casi como un atributo de los jóvenes y tenemos también la adjudicación de la violencia al espacio y al territorio. Junto a esto encontramos también la vinculación a un tiempo presente en el cual hay valores subvertidos.
En líneas generales en los barrios que integran el cinturón sur de la Ciudad de Buenos Aires, donde la Prefectura y Gendarmería son las fuerzas que actúan en las calles hay una sensación de inseguridad que, si bien no ha disminuido, se mantiene equilibrada por el contrapeso que produce la presencia de Prefectura y Gendarmería. Tal es así que en el diálogo con los entrevistados surgió inevitablemente el tema de las rebeliones de Prefectura y Gendarmería tomando el Edificio Centinela: “me parece bárbaro que peleen por lo de ellos, si se rompen el culo, arriesgan la vida y, desde que están la cosa mejoró muchísimo”. Lo interesante del caso es que inmediatamente expresada esta posición, que coincide con la de varios vecinos, me interesó conocer cuáles eran las apreciaciones de estas mismas personas respecto a la toma de colegios frente a las reformas educativas propuestas por el Gobierno de la Ciudad. El siguiente testimonio es la combinación de dos declaraciones diferentes que han sido unificadas a los efectos de sintetizar una expresión común entre la mayoría de las personas entrevistadas:

“Los jóvenes están todos revolucionados. Es eso, esto es como una revolución que están buscando…en vez de estudiar van a vaguear a la escuela, hoy está todo al revés, ellos quieren estar por encima de los maestros y no puede ser así (…) ¿sabés lo que pasa? el problema es que ya vienen mal educado desde la casa; es la familia la primera que tiene que educar, ¡si los padres mismos les enseñan a ser vagos! ¿qué podés esperar?”

El lugar en el que habitan los jóvenes no aparece como un dato menor: ser de Provincia o Capital, más allá o más acá de la Gral. Paz, pero fundamentalmente ser de los barrios del imaginario del “norte” porteño y ser de Fuerte Apache, por ejemplo. Detrás de esto es que aparece esa relación nosotros/otros donde el límite representa pautas de inclusión y/o exclusión. De la misma manera, se produce en algunos barrios del Sur de la ciudad, al igual que en la escuela de Villa Devoto una asociación con el lugar. Ya no sólo con los jóvenes sino también con las zonas de dónde provienen esos jóvenes. “El mayor problema de la inseguridad acá en este barrio es que estamos rodeados de villas”, tal como expresara un grupo de vecinos en un bar de la zona de Parque Patricios/Barracas.
Asistimos aquí nuevamente a la cuestión sobre ghettos homogéneos y barrios heterogéneos. Marginación étnico-racial y marginación por clase. La alusión a localidades del conurbano bonaerense como las citadas refiere a la atribución de ciertas características de clase.
Veamos el caso de otra docente que también se muestra preocupada por la actual configuración de valores y la inversión que habría sufrido la escuela pública:
“acá vienen pibes para que les firme la libreta para cobrar la Asignación por Hijo. No vienen a estudiar. Los padres de los pibes cobran y tienen como mínimo cinco hijos, así que tienen un sueldo (…) te vienen a la escuela sin el material (…) van a los piquetes…yo también pago mis impuestos”

Y detrás de este comentario, mostrándose más compresiva agrega “yo entiendo lo social pero bueno…”. Estas expresiones permiten en principio dos cuestiones: la primera es la preocupación por un espacio público como la escuela asociada a su vez a un espacio cargado de representaciones dónde lo público se expresa a través del dinero. “Yo también pago mis impuestos”. Al mismo tiempo podemos extraer la relación Asignación por Hijo-piquetes y una concreta asociación con la noción de clase. La segunda cuestión se corresponde con la entrada en escena de un nuevo actor: los padres/adultos que reciben dicho beneficio. Al igual que en las referencias que los vecinos hacen respecto a las tomas, algunos docentes entienden que hay una inversión de los valores. Donde a la escuela se debe ir a estudiar y los jóvenes van a hacer política, a tomar el colegio o buscar la firma que certifique su asistencia para cobrar un subsidio estatal. Todo bajo la responsabilidad de los padres actuales, de “ahora” que son los formadores de los jóvenes de “hoy”[3]
Esa dimensión temporal para explicar problemas como la violencia y el sentimiento de inseguridad asociada a ella refiere a un antes y a un “ahora”. A un “ayer y a un “hoy”. Tratando de preguntar a las personas sobre cuál es la demarcación que divide ambas temporalidades, normalmente aluden a “antes cuando yo era chico/a (…) cuando yo iba a la escuela”. Preguntados por los tiempos de la Dictadura Militar y a sus sentimientos de seguridad entonces, tanto docentes como vecinos dan su propia visión del asunto:

“Lo que pasa es que yo en esa época no tenía problemas…siempre trabajé y no estuve en nada pesado (…) yo no voy a reivindicar a los militares pero sí es cierto que los tiempos cambiaron (…) no estábamos todo el día en la calle, mi viejo no nos permitía y además a la escuela teníamos que ir a estudiar…es que lo normal es eso: ir a la escuela a estudiar”

Nuevamente podemos apreciar cómo la cuestión juventud igual a violencia y ésta es igual a sentirse más inseguros se complejiza cuando entran en escena una serie de categorías que se movilizan y se interrelacionan. Durkheim y Mauss (1996) han mostrado la relación existente entre las formas de clasificación. Prima un orden jerárquico de clasificación, es decir que siguen el modelo de la sociedad que clasifica donde prima el sentimiento más que el concepto mismo de clasificación. Lo dicho por estos autores permite decir que no hay clasificaciones preexistentes sino, por el contrario es la propia organización social la que determina jerárquicamente las clasificaciones. Las formas de clasificar dan sentido y confieren significado a las acciones al tiempo que organizan el espacio. La noción de clase, la procedencia, categorías espaciales y limítrofes a las que aluden vecinos y docentes entrevistados al clasificar a los jóvenes, atribuyen diferencias cualitativas según su espacio socializador.
Un espacio socializador en donde el universo adulto tiene responsabilidades. Aparece aquí una alteridad que muestra el error de otros padres en la crianza de sus hijos. Un universo adulto que aparece relativizado y siempre acusa a esos otros: “yo soy padre, por eso puedo hablar de los demás”. 

“Son jóvenes pero para algunas cosas son adultos y los tenemos que tratar como nenes”. La cuestión etárea y la marginación clasista y racial.
Hemos planteado hasta aquí un aparente antagonismo entre el mundo adulto y el mundo de los jóvenes viendo como éstos últimos son señalados por los primeros como los portadores de la violencia. A fin de evitar simplificaciones, es preciso mostrar la interacción entre jóvenes y adultos y cómo se vehiculizan formas de representación entrecruzadas. Las formas de segregación por clase o por etnia se entrelazan de distintas formas. Por un lado en mis observaciones en la escuela y en los barrios encuestados, aparecen discursos referidos al otro portador de violencia en tanto joven, como el resultado de la crianza realizada en contextos familiares donde se habrían perdido valores como el respeto,  la educación, etc. Estos discursos se entremezclan con algunas apreciaciones de rechazo de tipo clasista en tanto que los violentos y las anomalías suelen presentarse en las clases populares. Por otro lado, existe una tradición socialmente instalada -en el país y en la Ciudad de Buenos Aires en particular – donde la estigmatización hacia el “cabecita negra” se ha convertido en una práctica recurrente dirigida a las clases populares. Sin embargo, aparecen algunas declaraciones naturalizadas en espacios como la escuela. Declaraciones que además de expresar un tono que descalifica al pobre, refleja una direccionalidad que presenta alusiones a las características fenotípicas de las personas:

“yo tengo experiencia, cuando empieza el año vos ves las caras de los pibes y te das cuenta quien viene a la escuela a estudiar y quien viene por otra cosa…me puedo equivocar pero la cara los vende, ya sabés más o menos de donde vienen” (declaraciones de una docente de 2º año).

Por otro lado, de parte de los jóvenes también hay formas de construir a los otros; esa alteridad no siempre está representada por los adultos. Preguntado por su percepción de la inseguridad un joven, Jorge de 17 años del barrio de La Boca  cuenta que hay zonas del barrio donde es muy peligros transitar: “Para el lado del bajo no podés ir. Ahí paran todos chabones re pesados que están muy zarpados, viven en conventillos y te chorean a cualquier hora  porque están todos enfierrados”. No se expresa generalmente por parte de los jóvenes una alusión a valores específicos sino más bien a una traducción de éstos en los códigos. En la escuela, por ejemplo, un joven de 1º año me contó que vive en una zona donde se roba mucho: “en mi barrio yo paro con un par de guachos que viven choreando (…) a los viejos no se les roba y a los vecinos del barrio tampoco (…) hay otros giles que lo hace pero no tienen códigos”. Independientemente de esta declaración, lo que interesa mostrar aquí  es cómo en su expresión no aparece el adulto como un antagonista directo sino que son otros giles, otros jóvenes que violan los códigos. La construcción de significados que muchos jóvenes hacen puede notarse en la interacción cotidiana con otros adultos en la escuela. Los estudiantes entrevistados son concientes de que muchos adultos responsabilizan a los jóvenes por la violencia, cuestión que explican de diversas maneras y que presentan matices y tonalidades pero que generalmente los colocan en la posición violentos (y casi sujetos de temer). Ante la pregunta hecha a los estudiantes secundarios por cómo analizan este fenómeno, responden de diferentes formas. Algunos entienden que hay muchos jóvenes violentos y que por eso “se mete a todos en la misma bolsa”. Otros, en cambio, creen que como muchos adultos “fueron criados en otra época, había milicos y como les prohibían todo creen que si nosotros hacemos lo que ellos no pudieron está mal”.
La pérdida de valores también aparece en algunas expresiones comunes que se intentan reflejar aquí y que también se asocian al uso del espacio. Por ejemplo un comerciante de Parque Patricios manifestó su preocupación por tratar a los jóvenes como a adultos:

“Desde que enrejaron el  parque vivimos más tranquilos porque antes eso era un rejunte de vagos (…) a los pibes no se los puede tocar, siempre son víctimas de todo porque son chicos pero al Parque no podía ir una familia porque estaban ellos chupando y falopeándose (…) yo creo que debería volver la colimba así aprende un oficio, algo…total si ahora van a poder votar que sean adultos para todo”

Intentamos mostrar que en las percepciones sobre la violencia se manifiestan aspectos muy ligados a las formas de concebir el espacio y en él las propias interacciones que le dan forma. En no pocas ocasiones las expresiones hacia los jóvenes persiguen este formato de espacialidad y esto se aprecia en declaraciones que poco tienen que ver con el nivel profesional de las personas sino, entre otras cosas, con las formas de entender el espacio social:
“Acá a la escuela vienen chicos y chicas adolescentes. Lo que no sé es por qué le decimos secundaria a una primaria encubierta. Porque se sigue pensando que chicos de 15 años son nenes, entonces no se puede aplicar ninguna autoridad, pero resulta que las nenas quedan embarazadas, estos nenes son padres, muchos trabajan (…) entonces desde que adherimos al Pacto de San José de Costa Rica, un pibe viene, me clava un cuchillo y la culpable soy yo. ¿Los tenemos que seguir tratando como nenes”(Ana María, docente de plástica)

Siguiendo a Kessler (2009) podemos ver cómo se construyen los relatos a partir de la propia experiencia de las personas en los espacios. Desde el transitar la ciudad y la escuela, este autor nos muestra cómo los relatos de las personas se vinculan con la experiencia urbana. Y es en base a esa experiencia que también las personas construyen imaginarios y sus propias visiones de mundo.

Consideraciones finales
Lo que hemos presentado como mundo de los adultos y de los jóvenes están en permanente diálogo. Para nada se trata de esferas autónomas. Lo que hemos intentado hacer aquí es meternos en algunas de sus muchas particularidades asociadas a la violencia, buscando problematizar discursividades muy presentes en los relatos de las personas y que buscan explicar y registrar la presencia de otro. Dijimos que los jóvenes son objeto de las acusaciones de muchos adultos que interpretan que ha habido una suerte de involución social. Hemos tratado de recortar una problemática sumamente amplia y compleja (mucho más que lo permite cualquier extensión escrita) atendiendo a ciertas expresiones comunes que se pudieron recoger y que acentúan una culpabilidad en los jóvenes. Hilando más fino, en jóvenes pobres pero también en jóvenes que reciben el apelativo de “vagos” que hacen uso del espacio y que lo practican, sea en la escuela o en las calles del barrio. Encontramos en esto una asociación con el análisis de Wacquant quien mostrando los antagonismos presentes en la cites de la periferia de Paris, destaca la fuerte oposición entre jóvenes y el resto de las categorías sociales puesto que la propia opinión pública “suele considerar a los jóvenes como la principal causa del vandalismo, la delincuencia y la inseguridad, y se cree públicamente que son los responsables del empeoramiento de la situación y la reputación de las banlieues” (2007: 219). Pero en rigor de verdad también es justo reconocer que no se agotan ahí las definiciones, no son los jóvenes la única causa de la inseguridad y de la violencia sobre quienes cargan las tintas las personas. También lo hacen contra las autoridades gubernamentales. Para muchos entrevistados “los políticos prefieren dar paliativos como subsidios y no dar trabajo”. O en algunas declaraciones hechas con un tinte más progresista que asegura que la violencia es el producto de la desigualdad social y, como dijo una docente en plena clase de Educación Cívica, refiriéndose al tema  “la mano del chico que pide si no tiene para comer va a salir a robar”. Las declaraciones varían. Las explicaciones responden a justificaciones pluricausales y no a algo unívoco. No obstante es llamativo cómo se asocian violencia, juventud y pobreza con el sentimiento de inseguridad. Incluso los argumentos más progresistas del hombre y de la mujer de a pié y de algunos profesionales de la educación en cotidiana interrelación con jóvenes de clases subalternas, entienden que la desigualdad puede ser una explicación válida para el problema. Nos interesa cerrar este trabajo con la pregunta por cómo lograr estudiar las dinámicas y transformaciones sociales que, además de la pobreza, pueden estar vinculadas con el terreno de las posibilidades, utopías y anhelos de muchos jóvenes, sin  que esto sea necesaria ni matemáticamente la resultante de la pobreza. Lo planteado hasta aquí no busca cerrar ni hipotetizar las causas de la violencia sino pensarla más allá de su asociación con  la noción convencional de inseguridad. Se trata de una primera aproximación para lograr, en un futuro, superar la violencia pensada como una anomalía social; se espera valerse de las herramientas de algunas corrientes de pensamiento social que, preocupadas por la transformación han problematizado los usos y formas de la violencia más allá del sentido convencional dominante.

Bibliografia

DURKHEIM, Émile y MAUSS, Marcel (1996) [1903] “Sobre algunas formas primitivas de la clasificación”, en Clasificaciones primitivas (y otros ensayos de antropología positiva). Barcelona, Ariel
EVANS-PRITCHARD, E. E. (1977) [1940] “El tiempo y el espacio”, en Los nuer. Barcelona, Anagrama.
KESSLER, Gabriel (2009) “La gestión de la inseguridad”, en El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito. Buenos Aires, Siglo XXI.
SIMMEL, Georg (1986) “El espacio y la sociedad”, en: Sociología 2. Estudios sobre las formas de socialización. Madrid, Alianza Editorial
WACQUANT, Loic (2007) “Estigma y divisón: del corazón de Chicago a los márgenes de París”, en Los condenados de la ciudad. Guetos, periferias y Estado. Buenos Aires, Siglo XXI.




[1] El Operativo Cinturón Sur es una medida dictada en 2011 por el Ministerio de Seguridad que consiste en reemplazar paulatinamente a la Policía Federal por Gendarmería y Prefectura en los barrios del Sur de la Ciudad de Buenos Aires.
[2] En el barrio de Pompeya se produce la particularidad de que la Comisaría nº 34 se encuentra actualmente intervenida tras protagonizar algunos hechos de corrupción y asesinatos. Tal los casos de Fernando Carrera quien estuvo preso durante siete por el armado de una causa conocida como la “masacre de Pompeya” y el caso de Ezequiel Demonty, quien perdió la vida luego de ser torturado y obligado arrojarse al Riachuelo junto a otros dos jóvenes. En el caso de Pompeya la alusión a la corrupción policial por parte de los vecinos se refiere tanto a la “tranza” como a acontecimientos de este tipo. Mientras que el común denominador de los demás barrios del sur el signo de confianza está puesto en que no se tejen alianzas con delincuentes.
[3] Las expresiones “ahora” y “de hoy” son repetidas constantemente para hacer alusión a la dimensión temporal donde los valores aparecen subvertidos produciendo anomalías en las familias, en la juventud y en cuestiones sociales como la violencia y la inseguridad.

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