En este apartado
pretendo describir alteridades existentes entre ocupantes y propietarios. Entre
vecinos de La Traza y Frentistas. Las características físicas de la Traza presenta
casas de muchos años de antigüedad, mayormente precarias. La división física entre la Traza y el frente
está dada principalmente por las calles que actúan como límites. Es decir que,
al caminar por el barrio puede notarse la diferencia de una vereda a la otra.
Mientras que en una vereda se observa la precariedad, el hacinamiento en
viviendas multifamiliares y los terrenos baldíos, en la vereda del frente se
destacan casas imponentes y edificios altos. De igual modo, pese al nivel
socioeconómico elevado de los propietarios, existen zonas en que las viviendas
frentistas se muestran un poco más humildes y son habitadas por personas de
clase media, algunas de ellas propietarias y otras no. La Traza no presenta las
características espaciales de algunos barrios marginados o de villas miserias
donde se identifica un adentro y un afuera. Donde hay que entrar y salir del
barrio. En este caso se trata de un barrio que muestra sus contrastes al mismo
tiempo que muestra una muy marcada y visible interacción entre unos y otros.
Georg Simmel (1986)
ha mostrado agudamente como el límite es el resultado de las prácticas
cotidianas de los individuos, tiene que ver con las interacciones y con la
forma en que las personas se piensan a sí mismas. Las interacciones cotidianas
entre ocupantes y propietarios se producen en el propio uso del espacio que
hacen los actores. Como dijimos, la Traza no reúne las características que muy
elementalmente podemos decir lo identificarían como un ghetto. Los niños
concurren a las escuelas del barrio que están ubicadas a pocas cuadras, en lo
que sería zona de convivencia entre casas lujosas y de sectores medios. Las
personas concurren a los mismos comercios del barrio e hipermercados de la
zona. El circuito comercial representa un punto significativo de interacción
social, aún el comercio ilegal. Phillipe Bourgois (2010) haciendo un estudio
etnográfico en el East Harlem en Nueva York, muestra como existen en la
segregación distintas formas de ganarse la vida, entre ellas la venta de droga.
El comercio ilegal es uno de los varios aspectos clave de interacción entre
unos y otros pero, al mismo tiempo lo es al interior de los propios universos
que, a priori, aparecen enteramente distanciados. Se conjugan aquí formas de
clasificación y de construcción de alteridades tanto hacia otros habitantes de
la traza como hacia los frentistas. Graciela es una antigua vecina de la ex
Au3. Vive en un edificio de dos pisos con siete departamentos a los que se
llega por escalera. Me invitó a su casa para poder realizar una entrevista con
ella. Al llegar al edificio, en la puerta había un grupo de jóvenes fumando
marihuana ocupando parte de la vereda y el umbral de entrada del edificio. Estábamos
conversando de su historia personal, me contó que ella había sido inquilina en
ese edificio desde antes del proyecto de la Autopista 3 y que el dueño del
departamento fue indemnizado pero que su familia no, por tanto se quedó en el
lugar.
¿Viste
los pibes de abajo?. Todo el día drogándose. Ellos son los dueños del edificio.
Cuando se les ocurre hacer fiestas acá abajo es insoportable, no se puede
dormir ponen la música fuerte (…) esto es un kiosco de falopa. Ojo que el que
vende es el que vive acá abajo y vienen de todo el barrio a comprarle, los de
la Traza y los que no son de la Traza.
La charla con
Graciela y con su esposo e hijo me permitió conocer algunos aspectos históricos
del barrio pero también me sirvió para conocer el sufrimiento. El sufrimiento
es un aspecto que quise incluir y que se expresa en los dichos de Graciela como
de otras personas que aseguran que “si pudiera, me iría mañana mismo de este
barrio lleno de faloperos y chorros”. Volviendo a la entrevista con Graciela y
su familia, Matías, su hijo de 19 años me dijo que era un barrio donde se
vendía mucha droga. No sólo “el pibe de abajo sino en todas las cuadras”.
Refiriéndose al comercio de drogas, Matías me dijo que “yo voy a la escuela con el
hijo de un abogado que vive por acá cerca (fuera de la traza) y el chabón para
acá abajo y se junta con todos estos”. Al
finalizar la entrevista me encontré abajo con Matías que se había retirado un
rato antes de concluir la cita. En ese momento recordé las palabras de Graciela
pronunciadas ni bien se fue Matías: “él es amigo del pibe de abajo, hicieron la
primaria juntos, pero Matías no es falopero, él fue educado en una buena
familia. La venta de drogas es un punto de interacción social. En este
caso aparecen formas de clasificación hacia los que integran el mundo del
comercio de drogas, formas de clasificación que, como sostienen Durkheim y
Mauss (1996) tienen que ver con la organización del espacio en el cual los sistemas de clasificación siguen el
modelo de la sociedad que clasifica y las afinidades. También el comercio de
drogas puede ser una puerta de contacto entre esos mundos tan distantes. Se
trata de una distancia que puede ser leída en el marco de una espacialidad
construida en la interacción. Dos mundos aparentemente intocables como el de
los propietarios y el de los ocupantes se interrelacionan. Es en este contexto
que la venta de drogas en algunos casos puede ser para muchos jóvenes de la
Traza (tal vez sin proponérselo o sí) la única posibilidad de acceder al mundo
de los otros. La única posibilidad de relacionarse con un mundo distante en
términos de clase pero que los pone en un plano de igualdad y hasta de poder en
tanto poseedores del fruto deseado (la droga). Pensar la cercanía o la
distancia en términos sociológicos es pensar en la relación que las personas
tejen entre sí, en cómo se aproximan o se distancian en el marco de un espacio
que ya ha sido llenado a partir de la propia interacción. (Simmel, 1986).
Otro análisis de
la espacialidad y de interacciones sociales es la escuela. Allí conviven los
hijos de los propietarios y de los ocupantes. Los casos de María, por un lado y
Gabriela, por el otro significan dos ejemplos de relaciones sociales entabladas
en un mismo espacio: “mis hijos terminaron la primaria en la misma escuela y se
hicieron amigos de chicos que no son de la traza y nosotros nos hicimos amigos
de las familias, vamos a las casas, salimos a comer…” (Gabriela).
“mirá,
yo tuve que sacar a mi hija de una escuela porque venía llorando, me decía que
muchas veces la maestra les hablaba de las casas ocupadas, de que ahí vivía
gente peligrosa e ilegalmente. También que la discriminaban muchos compañeros,
que la trataban de usurpadora (…) esas son cosas que escuchan de sus padres.”
(María)
Las relaciones
de proximidad y distancia entre familias de propietarios y de ocupantes
permiten poner en entredicho algunos análisis ecologistas que están presente en
tradiciones teóricas de la antropología. Algunas miradas ecologistas, por
ejemplo de los etnógrafos de Chicago que entienden que las personas crecen en
un ambiente en el que desarrollan una cultura que les es propia.
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