La siguiente es una carta redactada por la La Red de Investigadores en Genocidio y
Política Indígena. Dirigida a la Presidenta de la Nación, Dra. Cristina Fernández, tiene por objeto llamar a la implementación de medidas a fin de atender las sucesivas violaciones a los Derechos Humanos producto de las sistemáticas prácticas represivas, los constantes desalojos y los cada vez más frecuentes asesinatos. Una problemática escondida o abordada superficialmente por los medios masivos de comunicación (entendiendo como masivos desde el Grupo Clarín hasta la televisión y la radio pública). Desde nuestro espacio "A perder la Razón", Mónica García y Sergio Fernández, adherimos y nos sumamos a aunar los reclamos y las luchas en pos de la defensa de los de los derechos cada vez más vulnerados de las comunidades y que obliga a un urgente debate acerca de las consecuencias de un modelo socioeconómico en el que los agronegocios funcionan como socio clave. A modo de ejercicio metodólogico (e ideológico) proponemos una reflexión hacia dentro de cada uno de nosotros, primero y hacia afuera, después en la que nos detengamos a pensar en algo que supera a la coyuntura nacional. La supera pero también la contiene: reflexionemos acerca de qué entendemos por progreso, crecimiento y racionalidad económica. Palabras clave de un sistema de vida que debemos problematizar incluyendo la tan olvidada palabra capitalismo. Al mismo tiempo proponemos un debate más profundo (y acorde con tiempos de bicentenarios como los que corren) en el que podamos incluir la discusión acerca de los Estados Nacionales y la interculturalidad.
Mónica García-Sergio Fernández.
Para adherir a la carta escribir a: gabicolombina@yahoo.com.ar
Carta Abierta a la
Excma.
Sra. Presidente de la Nación, Dra. Cristina Fernández
CC:
Sr. Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Dr. Julio César Alak
Sr. Presidente del INAI, Dr. Daniel
Fernández
Ref: Represión
y muerte de ciudadanos argentinos miembros del Pueblo Qom
Viernes 18 de enero de 2013
Como es de
público conocimiento, en los últimos tiempos se produjeron diversos hechos en
los que resultaron muertos miembros del Pueblo Qom de las provincias de Chaco y Formosa, y que hasta hoy no han
sido investigados satisfactoriamente.
Entre ellos,
pueden citarse los casos de:
* Roberto
López, muerto en la represión policial del 23 de noviembre de 2010 a la
comunidad Potae Napocna Navogoh
(La Primavera), Pcia. de Formosa.
* Mario López,
dirigente pilagá de Colonia Alberdi y delegado del MoCaFor que se dirigía al
día siguiente a expresar su solidaridad con Potae Napocna
Navogoh, muerto tras ser atropellado por un policía.
* Alberto
Galván, jornalero Qom perteneciente a
la comunidad Paraje El Colchón, cercana a Villa Río Bermejito, Pcia. del Chaco,
asesinado a tiros y arrojado a las pirañas el 21 de enero de 2011.
* Mártires
López, dirigente de la Unión Campesina, muerto el 14 de junio de 2011 en
circunstancias dudosas, luego de ser atropellado dos días antes por un vehículo
mientras circulaba en su moto por la ruta en Libertador General San Martín,
Pcia. del Chaco.
* Celestina
Jara y su nieta Natalia Lila Coyipe de 11 meses, también miembros de Potae Napocna Navogoh, muertas el
10 de diciembre de 2012 tras ser atropelladas por un gendarme quien no sólo no
las auxilió sino que junto con sus acompañantes golpeó a Ricardo Coyipe,
dirigente Qom y esposo de Celestina, para impedir que, aun estando malherido,
les prestara ayuda.
* Imer Flores,
de 12 años, miembro de la comunidad Qompi
Naqona’a de Villa Río Bermejito, Pcia. del Chaco, asesinado a golpes por
una patota el 5 de enero de 2013.
* Daniel
Asijak, 16 años, sobrino del qarashe
Félix Díaz de La Primavera, muerto en circunstancias dudosas mientras circulaba
por la ruta en su moto, el 9 de enero de 2013.
También
resultaron víctimas de hechos violentos, siendo gravemente heridos aunque no
fallecidos, el propio Félix Díaz, atropellado el 9 de agosto de 2012 por un
vehículo 4 x 4 propiedad de la familia en conflicto con su comunidad; su hijo
Abelardo Díaz a quien un grupo de matones intentó degollar el 28 de junio de
2012; Samuel Garcete, un hombre de 48 con 9 hijos, perteneciente a la misma
comunidad de Formosa, quien aún no se repone de las graves heridas recibidas en
la represión del 23/11/2010; en los últimos días (12 de enero de 2013) se
conoció un nuevo ataque a otro joven, Gerardo Rodríguez, en el Paraje El
Colchón, Villa Río Bermejito, Pcia. del Chaco y a Omar Ávalos, de la comunidad Potae Napocna Navogoh quien fue
atacado por varios criollos en el pueblo Laguna Blanca de la Pcia. de Formosa.
Todos los
fallecidos eran ciudadanos argentinos pertenecientes al Pueblo Qom y han muerto en circunstancias
dudosas, o asesinados. Tres de estas personas eran niños: Natalia Lila de 11
meses, Daniel Asijak de 16 años e Imer Flores de 12 años.
A lo anterior
deben sumarse las amenazas verbales y ataques permanentes que sufren los
miembros de estas comunidades, la quema sistemática de sus documentos y
pertenencias, y otras acciones destinadas a atemorizar y a potenciar la
impunidad de los criminales. Hace tan sólo unas horas se conoció el ataque y
las amenazas sufridas por Héctor Alonso, también miembro de Potae Napocna Navogoh.
En la mayoría
de los casos se han visto involucrados miembros de las agencias de seguridad
estatales, que debieran salvaguardar, no amenazar, la integridad de todos los
argentinos.
Todos estos
casos han sido denunciados y están o debieran estar siendo investigados por los
organismos correspondientes. Sin embargo, la reacción de los respectivos
estados provinciales y de la justicia ha sido dispar, evidenciando
lamentablemente en muchos casos llamativa indiferencia o incluso negligencia
respecto de los crímenes cometidos contra indígenas en sus respectivos
territorios.
A pesar de que
existe un organismo específico, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas
(INAI), que debiera poder intervenir en los casos señalados, nos encontramos
ante una escalada de violencia donde se exhibe la poca o nula capacidad de
acción del Estado para arbitrar adecuadamente estos conflictos, violencias y
abuso de derechos que hoy sufren estos Pueblos.
Sabemos que la
violencia hacia el Pueblo Qom no es
un fenómeno reciente. Luego de las conquistas militares en la región las
comunidades originarias de las actuales provincias de Chaco y Formosa fueron
confinadas en territorios escasos y reducidos, en los cuales la violencia no se
detuvo, y que en algunos casos, además, fueron escenario de nuevas represiones
y masacres, ya no en tiempos de “conquista” sino de “paz”, vinculadas a la
extrema explotación laboral y a las alianzas entre propietarios, fuerzas
armadas y sectores políticos (por ejemplo, las llamadas masacres de Napalpí
1924, Pampa del Indio 1933-4, El Zapallar 1935, La Bomba 1947, entre muchas
otras que además de estar documentadas, son resguardadas en la historia oral de
las comunidades).
Hoy los tiempos
han cambiado y los Qom, como otros
Pueblos Originarios, participan de muchos de los derechos de los ciudadanos
argentinos, y se les reconocen derechos específicos en su calidad de Pueblos
Indígenas (erróneamente llamados a veces minorías étnicas), como los de
participación y consulta sobre los “intereses que los afecten”. Sin embargo, y
a contramano de estos reconocimientos, las comunidades son constantemente
presionadas para que abandonen los reducidos terrenos en los que fueron
confinadas tras la conquista militar.
Y aquí es donde
queremos llamar especialmente la atención de la Presidencia, ya que se trata de
un problema de extensión nacional y que se ha venido incrementando
dramáticamente en tiempos recientes: Todas las víctimas pertenecen a una región
que se ha convertido en los últimos años en una renovada frontera de expansión
económica principalmente para grandes grupos económicos ligados a los
agronegocios, el petróleo y aunque en menor medida, el turismo. Muchas de ellas
habían denunciado amenazas y abusos de la gendarmería nacional y distintos
grupos armados, tanto policiales como parapoliciales. Los accidentes
dudosos y los asesinatos han recrudecido en los últimos tres años, período en
que las denuncias hechas por integrantes del Pueblo Qom se han hecho más visibles. Esto se debe a que los grupos
armados que obedecen a empresarios y terratenientes actúan con impunidad, sin
ser sometidos a investigación alguna y sin ser condenados por sus crímenes.
En todos estos
casos, además, tanto los sobrevivientes de ataques similares como los
familiares de las personas fallecidas señalan elementos de odio racial y
xenofobia como una constante en el marco de estos ataques. Obvia decirlo, el
odio racial no es un elemento aislado y propio de los victimarios, sino que es
parte, lamentablemente, de un contexto que precede y posibilita tanto la
ejecución de los crímenes como su impunidad.
La realidad de estas
provincias que en estos días nos preocupa especialmente, tiene puntos en común
con la de otras partes del país. Esto se debe a las condiciones que
estructuraron las relaciones entre los Pueblos Originarios en todo el
territorio, y la sociedad no indígena. Los Pueblos Indígenas poblaban el país
originalmente y sufrieron todas las consecuencias negativas, durante la
conquista y luego con la colonización, que sufren aquellos que pierden las
guerras territoriales. Durante el siglo veinte perdieron los últimos rincones
de sus territorios y fueron obligados a sedentarizarse, o a vivir en colonias y
reservas, en la mayoría de los casos obligados a vender su mano de obra en los
ingenios azucareros, en las plantaciones de algodón o en las estancias de la Patagonia. En adelante, cobraron y
cobran los peores salarios, sufrieron y sufren toda
clase de injusticias, se morían y se mueren de enfermedades evitables como la
tuberculosis, la leishmaniasis y las derivadas de la desnutrición, y han estado
por décadas completamente arrojados al capricho de las patronales y sus
mediadores.
Aún desde esta realidad
estructural, los Pueblos Originarios compartieron con el resto de los
argentinos muchas de sus luchas por la justicia. Hacia la década de 1970
surgieron agrupaciones políticas formadas por militantes indígenas, muchos de
ellos integrados con partidos políticos y organizaciones sociales y sindicales
de orientación popular, que además reivindicaban sus derechos culturales,
económicos y sociales como indígenas. La dictadura cívico-militar golpeó y
desarticuló parcialmente el movimiento indígena, que también luchaba por un
mundo mejor, y varios de sus referentes fueron detenidos, desaparecidos y/o
partieron al exilio. Hoy y desde el regreso de la democracia a nuestro país,
reconocemos importantes avances, a tono con los foros internacionales, porque
los Pueblos Indígenas resurgieron como nuevos sujetos de derechos humanos,
entre los que se encuentran, reconocidos por la Constitución de nuestro país, el derecho a permanecer en sus territorios
tradicionales con títulos legales y a gestionar los mismos bajo sus normas y
costumbres. Vale además anotar que los Pueblos Indígenas no sólo son
objeto de referencia de estos derechos sino que su palabra, a través de sus
intelectuales, dirigentes políticos y líderes religiosos, enriquece, interpela
y ayuda al resto de la ciudadanía a construir una sociedad mejor.
Sin embargo, en
el norte de la Patagonia, los grupos económicos líderes, ligados a la
explotación minera y petrolera, provocan de modo directo (por la violencia) e
indirecto (por la contaminación del medio, la desocupación y la ruptura del
entramado social) la expulsión de las familias del Pueblo Mapuche, que llevan una larga lucha sin haber sido escuchadas. Más
aún, sus reclamos son sistemáticamente criminalizados, y son numerosos los
dirigentes que en los últimos años –por dar el último caso, la comunidad Winkul
Newen, cercanos a Zapala, el 28 de diciembre próximo pasado- vienen siendo
detenidos y/o procesados, cada vez que se resisten a ser desalojados de sus
campos. Es evidente que hoy, la principal respuesta que está dando el Estado a
los reclamos indígenas por la defensa de sus tierras es la violencia y la
represión, y estas comunidades, las más activas y organizadas políticamente,
las que más luchan por la vigencia de sus derechos constitucionalmente
reconocidos, pasan a vivir en peligro permanente.
Así, la
comunidad de Chuschagasta en la Pcia. de Tucumán continúa esperando justicia
por el alevoso asesinato de Javier Chocobar el 12 de octubre de 2009 a manos de
un terrateniente.
También
aquellas comunidades indígenas que reclaman por sus territorios en forma
conjunta con organizaciones campesinas, como sucede con aquellas nucleadas en
el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) o el Movimiento
Campesino de Formosa (MOCAFOR), son hostigadas y periódicamente sacrificadas
ante el avance de la propiedad privada (el mencionado Mario López del MOCAFOR,
en 2010; y en Santiago del Estero, Sandra Juárez, fallecida de un paro cardíaco frente a las topadoras el 13 de
marzo de 2010; Cristian Ferreyra, campesino lule-vilela de San Antonio,
asesinado el 16 de noviembre de 2011 a los 23 años; y Miguel Galván, campesino
lule-vilela apuñalado en Simbol, en septiembre de 2012, estos últimos por
sicarios reconocidos).
Lamentablemente, como Ud.
sabrá, la lista de casos y víctimas en los Pueblos Indígenas es larga y no se
agota en lo que aquí presentamos. Las incursiones armadas de particulares y
parapoliciales en sus territorios, con intenciones de amedrentamiento, así como
los ataques sexuales a sus jóvenes, niñas y niños, son moneda corriente en todo
el país. Por eso apelamos a usted, para que utilice los recursos materiales y
políticos de su gobierno para frenar esta situación. Si los gobiernos
provinciales no pueden sacudir estas estructuras, debe ser el Estado nacional
el que realice el cambio necesario. Si en un país como el nuestro, poblado por
decenas de Pueblos Indígenas que son parte de la ciudadanía, se permite que se
los siga asesinando, o que aparezcan muertos en situaciones altamente
sospechosas y no se ponen todas las herramientas posibles a favor de la verdad,
queda claramente afectada la política de derechos humanos que la mayor parte de
la sociedad saluda, apoya y acompaña.
Por todo esto,
si bien no ignoramos la complejidad y antigüedad de la situación, reclamamos
hoy al gobierno nacional y a los provinciales la implementación de medidas
urgentes y decididas para:
·
Utilizar todos los elementos a su alcance para que
se haga justicia, en todos estos casos; incluyendo que se adopten medidas de
reparación concreta y simbólica y que se garantice el trato debidamente
respetuoso hacia sus dirigentes. La reparación debe partir del reconocimiento
del genocidio histórico cometido contra los Pueblos Originarios, cuyas
consecuencias se prolongan hasta nuestros días.
·
Intervenir en la estructura sociopolítica y
socioeconómica en la que se insertan las comunidades, dado que está comprobada
la relación entre la promoción de los agronegocios, la explotación minera y
petrolera, las concesiones inmobiliarias y turísticas, etc. y el incremento de
la violencia contra los Pueblos Originarios. Frente a esto, existe legislación
suficiente que dispone la consulta previa a estos Pueblos, a través de sus
autoridades tradicionales, toda vez que se propongan planes de estas características
que afecten sus territorios. El Gobierno nacional, así como los provinciales,
tienen la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de la Constitución así
como del Convenio 169 de OIT, entre otros acuerdos internacionales a los que la
Nación adhiere, como un paso inicial en la evitación de la violencia económica
y social.
·
Intervenir en el contexto social para disminuir las
acciones y discursos racistas, especialmente en los medios de comunicación, en
la formación de las fuerzas de seguridad y en las expresiones de los
representantes políticos, pues es imperioso reemplazar las ideas de
superioridad racial y limpieza étnica que todavía perviven, por una pedagogía
respetuosa de los derechos humanos y la vida.
·
Por último, es urgente y necesario que el Gobierno
Nacional condene moral y públicamente estos hechos aberrantes, para que no se
repitan NUNCA MAS. Para comenzar a revertir la violencia histórica y
garantizar, en el marco de un Estado pluricultural, una política de Derechos
Humanos que asuma, en relación con los Pueblos Indígenas, su responsabilidad en
la búsqueda permanente de verdad y justicia.
La saludamos
respetuosamente,
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