domingo, 10 de febrero de 2013

Socialismo e interculturalismo. Aportes para abrir un debate acerca de las “verdades” de la modernidad



Ponencia presentada para las III Jornadas Internacionales de Investigación y Debate Político organizadas por el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales.

Mesa: ¿Qué es el Socialismo?

 

Fernández, Sergio  y  García, Mónica


Introducción  
Frente a la pregunta ¿Qué es el socialismo? resulta inevitable preguntarse por dónde comenzar a abordar el problema. Desde este lugar, el presente trabajo defraudará a quienes esperen  una conclusión exacta y precisa que permita servirnos de definición cerrada para explicar el Socialismo y liberar así a nuestra conciencia de preguntas Sin embargo no hay dudas de que, para empezar a hablar de Socialismo debemos acordar mínimamente que se trata de la búsqueda de una sociedad donde se eliminen definitivamente las clases sociales, donde los pueblos logren vivir en comunidad siendo dueños no sólo de su fuerza de trabajo sino de los medios de producción. Este pequeño punto en el que podemos empezar a considerar la cuestión, supone en definitiva que para poder lograrlo, será necesario terminar con la propiedad privada de los medios de producción, tal como enseñara el propio Karl Marx, despojando a la burguesía urbana y rural del control de los mismos.
Ahora bien, lograr el control de los medios de producción y ponerlos en manos de los trabajadores resume, a muy grandes rasgos, la noción de la relación dialéctica que rige en la sociedad donde las clases sociales están en constante tensión y necesariamente el conflicto cobra un rol protagónico. Conflicto dado básicamente por la lucha de clases. Esta muy escueta y algo simplista aproximación al marxismo pretende dejar en claro en las siguientes líneas, nuestra postura como autores que plantean el  problema sobre ¿Qué es el Socialismo? a partir los principios del marxismo.


Entre necesarios debates y complejidades
Creemos que no basta con definirse marxista para entender de qué hablamos cuando decimos Socialismo. El marxismo ha dado lugar a múltiples interpretaciones y discusiones al interior de la propia corriente[1]. Por razones de espacio y de objetivos, no pretendemos detenernos en pormenorizar esas discusiones sino agregar algunos aportes para profundizar aún más el debate. Definir el Socialismo como la lucha de clases y la necesidad de establecer la dictadura del proletariado, significa expresar palabras surgidas de los escritos del propio Karl Marx pero también puede convertirse en un axioma un tanto tramposo. Expropiar a la burguesía revolucionariamente es una necesidad en la que es fácil acordar pero ¿qué sucede con conceptos como ideología-religión e identificación nacional, por ejemplo?. Desde el lugar de marxistas clásicos podríamos decir y coincidir  en que se tratan de falsas conciencias que entran en tensión con la visión materialista de la historia. El siglo XIX como el lugar en que se fueron consolidando las principales disciplinas de las Ciencias Sociales necesitó del enfoque positivista en tanto debía legitimarse a la Ciencia frente a cualquier pensamiento metafísico. Básicamente se trataba de una lucha de la Razón frente a la Religión. Modernidad y tradición enfrentadas. La razón, la demostración empírica a partir de la observación y la metodología de las Ciencias Naturales debía ser el modelo a seguir para enfrentar lo real y lo irreal. Lo racional frente a lo irracional. Es así que “lo científico” se distingue por el dominio de la razón. Todo lo demás es pensamiento especulativo. De alguna manera el propio pensamiento científico social que se consolida en el siglo XIX, entiende a la sociedad como una analogía con el mundo natural. Es así que las personas podrán ser estudiadas del mismo modo que se estudia a los organismos naturales y perseguirán la búsqueda de leyes general que tiendan a resolver el problema de la explicación del mundo, brindando respuestas objetivas y científicamente comprobadas de la realidad social.
El marxismo en tanto modelo epistemológico debe entenderse con sus características propias donde existe una clara diferencia con los llamados  “padres fundadores”: Emilie Durkheim y Max Weber. Sin entrar en consideraciones profundas acerca del problema del método, quizás la primera diferencia de Marx con respecto al resto de los fundadores tiene que ver con una filosofía para la praxis. La filosofía marxista piensa la transformación revolucionaria de la sociedad y es en ese camino donde puede marcarse la principal diferencia con el resto del mundo científico social. Bastarecordar, a modo de síntesis, las propias palabras de Marx en su XI tesis sobre Feuerbach:  “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Si bien hay numerosas formas que permiten entender la diferencia del Materialismo Histórico con respecto al resto de la Ciencia Social en formación del siglo XIX, el marxismo forma parte de un contexto histórico en el cual el quehacer científico buscaba consolidarse frente a las explicaciones del mundo que ofrecía la religión. Es decir, la razón por sobre todo, como fuente de la ciencia y sabiduría por sobre toda otra forma de concebir el mundo.
Este punto, lo consideramos fundamental a la hora de analizar la cuestión Burguesía y Socialismo. Los valores cartesianos de la razón como elemento superador que rigen al pensamiento moderno occidental han servido para dar forma a la noción de ciencia. En este período moderno, además se han consolidado formas de administrar los saberes, formas de saber que se traducen en disciplinas especializadas. Es ahí dónde se constituyen nuestras Ciencias Sociales, tratándose de legitimar como ciencias. La modernidad pone de manifiesto un lugar para el saber especializado: La economía, como otras disciplinas que también podrían servirnos de ejemplo, se constituye en una esfera autónoma de la misma forma que la política. Es así que las sociedades modernas construyen formas de conocimiento especializado a partir de la propia división realizada sobre sociedades de vida que fueron llamadas pre-modernas. Es así que vida moderna y capitalismo pueden darse la mano y aparecer como socios en esta misma empresa que hoy intentamos discutir y plantearle el Socialismo como alternativa superadora. Por lo dicho, el capitalismo ha avanzado sobre sociedades ancestrales hablándonos de la libertad individual junto con el libre mercado entrando en comunión para formar un sistema democrático que a su vez encuentra su fundamento científico a partir de la constitución de un saber intelectual donde la razón es el criterio de demarcación para definir lo real, lo científico de lo metafísico o lo especulativo.
Asimismo, la ciencia moderna y sus especialistas se han encargado de separar de la vida de los pueblos: “lo político”, por un lado, el universo de “lo económico”, por el otro, atentando contra lo que en comunidades llamadas primitivas[2] es una totalidad y la civilización moderna convirtió en un precepto para el capitalismo.

Lo que llamamos tierra es un elemento de la naturaleza  que está inextricablemente vinculado con las instituciones del hombre. La más extraña de todas las empresas acometidas por nuestros ancestros ha sido quizás la de separarla y formar con ella un mercado. Tradicionalmente, la mano de obra y la tierra no están separadas; la mano de obra forma parte de la vida, la tierra sigue siendo una parte de la naturaleza, la vida y la naturaleza forman un todo que se articula. La tierra está así vinculada con las organizaciones basadas en la familia, la vecindad, el oficio y la creencia-con la tribu y el templo, la aldea, la guilda y la Iglesia…- (Polanyi, 1976).
                                                                                                         
Desde este lugar se puede ver cómo la modernidad es el período en el cuál tienen lugar el desarrollo del capitalismo y de la burguesía como clase dominante. Articulación que no se produce sin un saber científico que lo legitima. Saber que coloca al intelectual como el ser iluminado que lo erige en portador de una autoridad tal que le concede el privilegio de explicar las verdades del mundo. Verdades que, por otra parte deben ser transmitidas y el intelectual será el encargado de sembrar la tierra sin cultivar. Aparece así la noción de cultura según la interpretamos hoy. Zygmunt Bauman se ha referido a la idea de cultura en la modernidad y ha sostenido que en este período (la cultura) se ha transformado en un producto que debe transmitirse, para esto apela a la metáfora del jardinero: el intelectual, el educador como encargado de cultivar (Bauman, 1977). La idea del jardín que representa la modernidad frente a la cultura silvestre expresada por la pre-modernidad. En ese teatro actúan los intelectuales, como dueños del saber, los docentes como encargados de desterrar la naturaleza salvaje. Ese saber es también una propiedad, es un elemento que se adquiere, la cultura pasa a ser un objeto que debe transmitirse y que tiene sus dueños.
Hablar de socialismo aparece, a priori, como una idea simple y estática que supone un saber de qué se está hablando. La necesaria pretensión de romper con la propiedad privada privada de los medios de producción, es defendida por este trabajo. Sin embargo, desde aquí pretendemos agregar que el problema es mucho más complejo:
Se trata de entender la necesidad de romper con el dominio de la razón occidental moderna entendida como la voluntad de control y la supuesta verdad que, se supone, representa el pensamiento racional como fuente y fundamento del saber y del conocimiento. Buscamos abrir un espacio de reflexión que se permita cuestionar a la razón como pilar de la modernidad. Más aún se trata de hacer entrar en crisis todo el pensamiento moderno. Estamos proponiendo un ejercicio de discusión que se anime a pensar modos de articulación entre un principio occidental moderno como el Socialismo y distintas formas culturales existentes y muy acentuadamente en la sociedad actual.
Como primera medida, es preciso considerar nuestro lugar como materialistas, formados en el marxismo. ¿Qué grado de habilitación nos concede eso como ara ubicarnos a la vanguardia de la lucha revolucionaria?. El materialismo dialéctico que defendemos necesita sostenerse abriéndose siempre a un ejercicio de constante debate interno. Debate que debe incluir preguntarnos por qué grado de autoridad nos concede explicar el mundo desde una postura estrictamente cientificista.
En tiempos como los que corren, donde el pensamiento religioso no es el único encargado de explicar el mundo, la ciencia ha conseguido erigirse como la principal enemiga para disputarle el puesto en la transmisión de verdades. Por lo que habría que considerar el lugar de la ciencia, la posición de los hombres que dominan el pensamiento científico y todo lo que ha dicho y hecho la comunidad científica para sostener y fundamentar el sistema capitalista. A esta altura puede decirse que no hay capitalismo sin ciencia. Ahora bien ¿qué nos hace creer que detrás del culto a la cientificidad y a la razón no se oculta una forma de pensamiento religioso?.
Emilie Durkheim (1992), sostiene que el mundo social está dividido entre lo sagrado y lo profano, aunque hay continuidades entre ambos, y que lo sagrado no es simplemente aquello a lo que se conoce como dioses o espíritus. En diversas sociedades y culturas, muchas cosas pueden ser sagradas y objetos de adoración, sea una roca o un árbol, es decir cualquier cosa puede ser considerada sagrada. Ahora bien, hay algunas características generales que diferencian a las cosas sagradas de las cosas profanas. Principalmente se considera que lo sagrado es superior en dignidad y poder a lo profano y al hombre mismo. El símbolo de las sociedades nacionales expresado por una bandera ante quien no sólo el soldado, sino la comunidad toda deben un respeto. Un respeto que está dirigido no hacia ese pedazo de tela que es la bandera de un país sino a la bandera como tótem, como símbolo de adoración de la sociedad. Pareciera haber un proceso dialéctico donde
“esta capacidad de la sociedad para erigirse en un Dios o para crear dioses no fue en ningún momento mas perceptible que durante los primeros años de la Revolución Francesa (…) las cosas  puramente laicas fueron transformadas en sagradas: así la Patria, la Libertad, la Razón (…) la sociedad y sus ideas se convertían (...) en objeto de verdadero culto”. (Durkheim, 1992: 201).

Aparece aquí, sumada a la noción de pensamiento religioso, la idea de patria. Es entonces cuando debemos atender a la construcción de la identidad nacional. Sabemos hoy que los Estados-Nación forman una pata clave sobre la que para el sistema capitalista. Podemos agregar con justicia que las guerras, las idolatrías a las banderas y símbolos patrios constituyen una falsa conciencia que sirven como forma de dominación. El antropólogo Raúl Díaz (2009) reflexiona a partir de la representación de lo común que supone la bandera en los actos escolares:

“la bandera representa la Nación, la Nación representa a una comunidad con historias y vivencias en común o compartidas. Pero: ¿qué es lo común que la bandera representa? (…) Es algo común que no dice nada, si no se lo remite a procesos y sujetos concretos, a problemáticas de exclusión material y simbólica, que a la vez que afirma, borra diferencias de clase, género, edad, sexualidad, etcétera”. (Díaz, 2009).

Un caso personal que nos sucedió en el acto de “El otro Bicentenario”, en mayo de 2010. Así como algunas comunidades se sumaron a los festejos oficiales del Bicentenario -entendiendo tal vez que la cuestión indígena, por primera vez, cobrarba mayor visibilidad en un país que se desarrolló siguiendo la idea de que en Argentina no quedan indios- otras comunidades campesinas e indígenas, organizaron una suerte de contra-festejo al acto del Bicentenario oficial.  Su principal rechazo era a la noción de Estado-Nación. Entre sus consignas figuraba el rechazo a un primer genocidio realizado por colonizadores europeos pero también hacia los estados nacionales y el sistema republicano. Un viejo cacique Coya nos dijo:
“¿por qué tengo que ser socialista si yo no sé qué es eso? (…) mi tradición cultural me enseñó a vivir en armonía con la tierra, a que la tierra es sagrada porque es una fuente de vida. ¿Por qué tengo que sumarme al pensamiento europeo?”.

Desarmar el dominio de la razón tiene que ver con esto. Por su puesto que este cacique sabe muy bien qué es el socialismo pero lanzó una frase sumamente provocadora acompañada de: “¿por qué me tengo que poner la remera del Che Guevara, porque era blanco?. ¿Por qué nadie se pone la remera de Túpac Amaru?”.Continuando con su discurso provocador se anima a decir: "¿Por qué no  hacen un billete con la cara de Massera si hay uno con la cara de Roca. ¿Acaso valen menos los indios muertos que los muertos en la Dictadura?"
La pregunta que nos hicimos tras esta conversación fue “¿qué hacemos con las distintas comunidades indígenas en el caso de una revolución socialista?” O bien, ¿por qué nosotros debemos hacer algo con ellos si existen tradiciones culturales y formas de lucha que anteceden incluso a nuestra noción de socialismo?.

Creemos que es preciso atender y considerar que existen diferentes formas de entender y de apropiarse de los significados aún por parte de las clases explotadas: la construcción de fronteras territoriales es un elemento de imposición pero que de nada sirve la simplificación del análisis cuando de esta forma sólo se ve a los dominados como “tontos culturales”, dirigidos y no cómo agentes con capacidad de movilización, por lo que consideran algo más que un pedazo de tela, sino el símbolo mismo de su propia identificación. Sucede esto tanto con hombres dispuestos a dar la vida en defensa de su propio país, en defensa de la bandera de su propio partido político o bien defendiendo los colores de su propio club de fútbol que puede significar el emblema del barrio donde un individuo forjó su vida y que mantiene los límites geográficos de su lugar de pertenencia.

A modo de conclusión
Presentando este trabajo y lo que se busca discutir, nos hemos topado con una frase que nos dice: “está bien, pero si vivimos en el mundo occidental, hay que hacer la revolución en occidente”. Esta mirada que nos dejó pensando, también ha servido para reforzar nuestra tesis sobre la necesidad de atender a cuestiones tales como la división entre Oriente y Occidente a la que, de alguna forma, estamos contribuyendo aunque sea con el simple objeto de de delimitar un ejercicio analítico. Edward Said (1978) explica a cómo la idea de Oriente  ha sido una invención europea para construir una disciplina, el Orientalismo que ha lanzado una artillería de saberes sobre lo otro, no europeo, no occidental e irracional que se denominaría Oriente.
Entendemos que hablar de socialismo incluye sumar al diálogo estas construcciones en la que los saberes especializados guiados por la razón, se erigen como las certezas capaces de entender el mundo y a su sociedad y considerando que lo que no puede explicarse por la razón forma parte de  un pensamiento especulativo metafísico ubicado en una escala evolutiva inferior.
¿Cuánto sabemos de las cosmovisiones que muchas tribus mantienen?. ¿Cómo materializar esa máxima que nos dice “unidad en la diversidad”?. ¿Qué tipo de unidad? ¿Estamos dispuestos a relegar nuestra tradición occidental, a la vez racional y a la vez burguesa?. Tal como vimos en el ejemplo del cacique Coya, muchas comunidades de movimientos indígenas consideran a la tierra como la “madre tierra”: aquella que es fuente de vida, a la vez sagrada y digna de adoración. Nosotros, en el mejor de los casos –a diferencia de su apropiación mercantil- la defendemos desde la mirada de la protección medioambiental. Lo que marca ahí una diferencia no menor. Se articulan allí una serie de significados otorgados sobre los cuales se producen diferentes modos de actuar y de vivir. Para nosotros, la tierra, el agua, la naturaleza toda representa una problemática asociada al medioambiente. De esta idea habrá numerosas reuniones científicas que, aún desde una intención honestamente transformadora propondrán medidas para adoptar. La comunidad científica tiene un status de autoridad. Para muchas comunidades indígenas, la naturaleza es un todo. Una totalidad en la que economía, religión y sociedad se articulan.
La mirada sobre el pensamiento religioso, por ejemplo, debería salir de la mera reproducción discursiva de que “la religión es el opio de los pueblos”. Esta frase quizás no tenga demasiado para cuestionar pero sí para agregar.
Clifford Geertz (1973) en un análisis acerca del problema presentado tras los procesos de descolonización entre 1945 y fines de los años ‘60, se detiene en el lugar que nacionalismo y religión han desempeñado como actores importantes para la lucha independentista:
"Más o menos como la religión, el nacionalismo tiene mala fama en el mundo moderno y, más o menos como la religión, la merece. La intolerancia religiosa y el odio nacionalista (y a veces en combinación) probablemente acarrearon a la humanidad más devastación que ninguna otra fuerza en la historia y sin duda continuarán acarreándole más. Sin embargo, también como la religión, el nacionalismo fue una fuerza motriz en algunos de los cambios más creativos de la historia (…).Parece bien, pues, dedicar menos tiempo a vituperarlo —que es más o menos como maldecir los vientos— y más tiempo a tratar de establecer por qué el nacionalismo toma las formas que toma y cómo podría impedirse que desgarrara las sociedades, al propio tiempo que crea y desgarra toda la estructura de la civilización moderna (1973: 218)".

Entender los procesos de cambio producidos en el mundo durante el siglo XX, significa hacer un esfuerzo por comprender qué lugar han desempeñado las llamadas “falsas conciencias” tales como la ideología, la religión y el propio nacionalismo. La cita de Clifford Geertz puede ser un disparador para pensar en cómo lograr aunar los principios del socialismo científico con los saberes ancestrales, culturales y cargados de significaciones simbólicas. La lucha por un socialismo internacional debe incluir un  alto grado de humildad capaz de interrogarse constantemente. Quizá no por las estrategias pero sí por las tácticas.
En suma, proponemos desde aquí no cerrar la ponencia con una respuesta iluminadora a ¿Qué es el socialismo?. Creemos necesario, profundizar la discusión aún a riesgo de no caer en respuestas exactas. Sólo así, sumando voluntades dispuestas a debatir no sólo la dominación económica sino a poner en crisis todo un sistema de pensamiento, creemos que estamos en condiciones de darle una real pelea y hacer tambalear al sistema el capitalista. El resto, lo más difícil, saber ¿Qué es el socialismo?, será tarea nuestra según cuán convencidos estemos al respecto.


Bibliografía
Bauman, Zygmunt: “Guardabosques convertidos en jardineros”, en Legisladores e Intérpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, Buenos Aires: UNQ, 1977.

Díaz, Raúl: “Los actos escolares. Entre la representación y la identidad” (38 – 40), en El monitor Nº 21, Junio 2009

Durkheim, Emilie, Las formas elementales de la vida religiosa. El sistema totémico en Australia, Madrid, Akal, 1992.

Polanyi, Karl, (1976)"El sistema económico como proceso institucionalizado", en Maurice Godelier (comp.), Antropología y economía, Anagrama, Barcelona


Said, Edward [1978] 2003 Orientalismo. Debolsillo. Barcelona.




[1] No se hace referencia aquí a lo que fue la URSS estalinista como una interpretación del marxismo, dado que no consideramos que se trate de marxismo propiamente dicho, como sostienen las posturas que hablan del fracaso del Socialismo.
[2] Utilizamos este término a modo de síntesis de lo que se considera primitivo como sinónimo de antiguo o previo a la modernidad pero no siguiendo una línea evolucionista que mide lo primitivo o lo moderno según el carácter evaluativo del orden y el progreso.

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