En este párrafo
intentaré describir cómo se construyen las identidades. Rupturas y
continuidades entre los vecinos ocupantes de la traza ex AU3 y los propietarios
que forman parte del frente, llamados frentistas. Por otra parte, pretendo
mostrar que las identidades están muy lejos de ser rígidas y cerradas. Muy por
el contrario, son flexibles y en permanente construcción.
IV.1 Rupturas y continuidades.
Las estructuras de las casas de la traza ex AU3
presentan muchos años de antigüedad, mayormente precarias. La división entre la
ex AU 3 y el frente está dada principalmente por las calles que actúan como
límites. Es decir que, al caminar por el barrio, puede notarse la diferencia de
una vereda a la otra. Mientras que en una vereda se observa la precariedad, el
hacinamiento en viviendas multifamiliares y los terrenos baldíos, en la vereda
del frente se destacan casas imponentes y edificios altos, propios de los
citados barrios que forman parte de la zona norte de la ciudad.
La traza ex AU3 no presenta las características
espaciales de algunos barrios marginados como las villas donde se identifica un
adentro y un afuera. Esto es que, a diferencia de muchos barrios de la Ciudad
de Buenos Aires y de otras regiones de la Argentina, denominadas “villas”, es
habitual que el tránsito de las personas que habitan esos barrios implique un
“entrar” y “salir” del barrio, como muchos de sus moradores describen. Es así
que los habitantes de las villas tienen que “salir” del barrio para tomar un
ómnibus, para ir a sus trabajos o para ir a un hospital, por ejemplo, dado que
las ambulancias no “entran” a las villas, muchas de las cuales cuentan con una
calle que hace de límite casi fronterizo entre quienes viven en villas y fuera
de ellas.
El caso de la ex Au3, en el sector 5, muestra las
diferencias entre casas de propietarios y las casas de los ocupantes. Sin
embargo, en el flujo y el movimiento de unos y otros es fácil detectar cómo la
propia calle que puede dividir a los propietarios de los ocupantes- sirve de
tránsito por donde las personas se mueven de un lado a otro. Sin embargo
existen límites de clases y de mundos de pertenencia que conviven pero que se
separan a la hora de pensar en la propiedad. Entre quienes son propietarios y
quienes luchan por serlo.
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Contrastes. Imagen que retrata uno de los predios ocupados por vecinos de la ex AU3 y una de las viviendas características del barrio de Coghlan.
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Georg Simmel (1986) ha mostrado la manera en la cual el
límite es el resultado de las prácticas cotidianas de los individuos, es decir,
tiene que ver con las interacciones y con la forma en que las personas se
piensan a sí mismas. Las interacciones cotidianas entre ocupantes y
propietarios se producen en el propio uso del espacio. Como dijimos, la traza
no reúne las características que, muy elementalmente, podríamos identificar
como gueto. Los niños concurren a
las escuelas del barrio que están ubicadas a pocas cuadras, las personas van a
los mismos comercios del barrio e hipermercados de la zona, etc.
El aspecto comercial representa un punto significativo
de interacción social, aún el comercio ilegal. Phillipe Bourgois (2010) en un
estudio etnográfico realizado en el East Harlem en Nueva York, muestra el modo
en que las personas pueden ganarse la vida. El comercio ilegal es uno (y no el
único ni el principal) de los varios aspectos clave de interacción aún entre
propios universos que, a priori, aparecen enteramente distanciados
Este ejemplo pude notarlo en mi visita a la casa de
Graciela, una de las vecinas de la ex Au3, quien vive en un predio donde se
juntan varios jóvenes que suelen ubicarse en la entrada y es habitual que se
fume marihuana, se consuma alcohol produciéndose reuniones de amigos con música
alta. Tras pasar por el costado del grupo y subir dos niveles por escalera,
llegué a casa de Graciela[i]
quien me contó parte de su historia y el modo en que muchos de los jóvenes del
predio se relacionan con otros hijos de propietarios: “Aquellos que están en la
entrada del predio hacen fiesta todos los días, y son los dueños del lugar.
Venden droga para todo el barrio, tanto para otros chicos de acá como para
otros que son hijos de los vecinos propietarios”. Las expresiones de Graciela
muestran un sufrimiento que también es preciso incluir en la descripción. Para
ella es “un padecimiento vivir aquí”. Muestra su angustia por sentirse
amenazada, “no puedo salir a trabajar en paz, tengo miedo de dejar mi casa sola
y que me roben lo poco que tengo”. Me pareció clave su testimonio para mostrar
un mundo bien complejo. Un mundo social, el de la marginalidad y la exclusión
donde muchas veces se olvidan las heterogeneidades y el sufrimiento de las
personas que allí viven. Sobre esto no habla Daniel Míguez cuando nos advierte
acerca de los errores de algunos relatos progresistas que muchas veces
“encubren un romántico relato de un mundo feliz que esconde los padecimientos y
penurias que sufren los más postergados (2006: 17)”.
Cuando pensamos en las alteridades o en la manera en que
las personas construyen a otr@s, es necesario destacar que esos otros pueden
ser los mismos compañeros de lucha, o los jóvenes del barrio a quienes tanto
Graciela como varios testimonios definen como “ladrones y drogadictos”. Las
formas de clasificar a otros nos habla de esas cuestiones micro que, muchas
veces reproducen o expresan lo mismo que manifiestan algunos de los vecinos
propietarios que consideran que “los ocupantes deben irse del barrio porque
devalúan nuestras propiedades”[ii].
Es por eso que la identidad no puede definirse como un
conjunto cerrado y homogéneo sino que presenta dimensiones mucho más complejas.
Las formas de auto reconocerse como la manera de construir alteridades tienen
que ver con la organización del espacio en el cual los sistemas de clasificación siguen el modelo de la sociedad que
clasifica y sus afinidades tal como sostienen Durkheim y Mauss (1996).
Lo que pretendo mostrar aquí es que el caso de la ex AU3
resume buena parte de la vida urbana. Un entramado social complejo en el cual
predominan las heterogeneidades, las luchas cotidianas por acceder a la ciudad
y relaciones de alteridad marcadas por el conflicto, rupturas y continuidades. Asimismo
la distancia entre esos mundos tan distantes entre vecinos de la ex AU3 (ocupantes
y desposeídos) y vecinos frentistas (propietarios) marca una clara división de
clase y de intereses antagónicos, en términos estrictamente marxistas. Al mismo
tiempo muestra cómo, a partir de la venta de droga dos mundos aparentemente intocables como el de los propietarios y el de
los ocupantes se interrelacionan. Es en este contexto que la venta de drogas en
algunos casos puede ser, para algunos jóvenes “ocupantes”, una posibilidad de
acceder al mundo de los otros. Una posibilidad de relacionarse con un mundo
distante en términos de clase pero que los pone en un plano de igualdad y hasta
de poder en tanto poseedores del fruto deseado (la droga). Pensar la
cercanía o la distancia es pensar en la relación que las personas tejen entre
sí, en cómo se aproximan o se distancian en el marco de un espacio que ya ha
sido ocupado a partir de la propia interacción (Simmel, 1986).
Las relaciones de proximidad y distancia entre familias
de propietarios y de ocupantes permiten discutir análisis ecologistas del
sentido común, que entienden que las personas crecen en un ambiente, en una
suerte de nicho, en el que desarrollan una cultura que les es propia y
particular. Por otro lado, la necesidad de entender éstas interacciones no
anula los antagonismos; contribuye a discutir determinados enfoques e
investigaciones periodísticas que, por ejemplo, asocian cultura y lugar de
procedencia sin entender las heterogeneidades que hacen a la vida social en
general y urbana en particular.
[i] Los nombres de los informantes han sido modificados a fin de
preservar sus identidades. Están colocados simplemente a modo de citar aquellas
expresiones surgidas en entrevistas formales e informales que enriquecen de la
etnografía
[ii] Entrevista personal con un vecino propietario.